domingo, 23 de mayo de 2010

Ceremonia de bienvenida a Nur

El sábado 22 de mayo del año del Tigre, celebramos un ritual para honrar tu nacimiento. Contabas con un mes y tres días en este mundo. El lugar escogido por tu padre fue el Cañón del Río Lobos, la provincia de Soria, uno de los lugares de poder más bonitos de la península ibérica, por la gran intensidad de las fuerzas telúricas que despliega y por haber sido lugar de culto muy venerado desde los tiempos más antiguos.
Por la mañana te despertaste muy risueña y tranquila, ¡sabías que iba a ser un día muy especial...!
Cuando llegamos al lugar, nos encontramos abierta la iglesia de San Bartolomé, un lugar construido por los maestros templarios, lleno de símbolos y de misterio, y donde unos pentáculos con la punta hacia abajo, en los rosetones del templo, nos recordaban que en los tiempos antiguos allí se practicaba el culto a la Madre Tierra.

Dentro del templo, tu carita se llenó de asombro y reconocimiento, respirando la paz del lugar, sonriendo quizás porque sabías que estábamos allí por tí, y porque nos tenías preparadas hermosas sorpresas ese día.
En un momento dado, tu padrino David , de pie frente al altar mayor, improvisó un hermoso canto gregoriano con unos armónicos tan profundos que llenaron todo el espacio sagrado, envolviéndonos en una energía del recogimiento y de paz. Fuí a buscar a tu padre, que acababa de salir para cambiarte, y cuando regresamos los tres, David seguía cantando, e improvisó un bello Ave María, esta vez frente al altar lateral, delante de la Virgen de la salud, de quien tocaste el manto con tu manita.

Ese día estuvimos todos los que teníamos que estar. Con nosotros estaban los amigos que habían querido y que habían podido venir a pasar el día juntos y a celebrar contigo en este día tan especial. Cuando salimos del templo, compartimos ricos alimentos a la sombra de unos árboles. (¡Gracias Madre Tierra!)
Tú estuviste tranquila y risueña, disfrutando de la naturaleza y de la energía del lugar (durante todo el día comiste muy poco, pues parecías nutrirte del magnífico prana que se puede respirar allí).

Más tarde visitamos la Cueva Grande, una de las cuevas donde los antiguos realizaban sus ritos, y justo después, poco antes de que se pusiera el sol, tuvo lugar tu ceremonia de bienvenida en otra cueva, llamada Cueva de las Iniciaciones, rodeados de los espíritus del lugar, de las nubes de algodón, las enormes piedras, los pajaritos y las libélulas como testigos de la celebración.
Tú habías estado durmiendo hasta entonces, y abriste los ojos en el mismo momento en el que comenzó el rito. Fue un ritual precioso, y en él recibiste los regalos y dones que teníamos preparados para tí, recibiste formalmente tu nombre, fuiste reconocida y bendecida por los seres de los cuatro elementos y presentada al universo.
Durante el ritual, tus padrinos aceptaron con todo su corazón custodiarte y estar ahí para tí, y cantamos tu nombre, como una letanía, un susurro al viento, con un sonido que fluía de los corazones de cada uno de los que formábamos parte del ritual.

Y mientras, tú, mi pequeña, observabas todo lo que iba ocurriendo, totalmente conectada, con los ojos bien abiertos, relajada y feliz, como habías estado durante el resto del día. Estuviste muy activa y participativa, tocando con tus manitas los regalos que ibas recibiendo, conectando visualmente con cada uno de los que estábamos allí, hasta que terminó el ritual y, como no, necesitaste que te cambiáramos el pañal.
Te diré que tu padrino hizo una observación como poco, curiosa. De esas que sólo a él se le ocurren hacer... El día escogido para la celebración era un día especial, pues el 22 es un número maestro en numerología, día que el universo escogió para que coincidieran en Madrid tus dos padrinos, Khaoula y David.

Bien, esto ya lo sabíamos... pero lo más curioso, es que el valor numerológico de tu nombre, Nur, suma 17 (que suma 8), que es la carta de La Estrella del Tarot (que tiene ocho puntas)... bien, pues en esta celebración nos encontrábamos exactamente 17 personas. Y tú recibiste de tu padrino un colgante de oro con una estrella de ocho puntas grabada en él.

Y como siempre, rodeándote de magia, las libélulas nos acompañaron con su presencia a lo largo de todo el día, susurrando que, quizás, hace mucho, mucho tiempo, todos los que estábamos allí nos habíamos prometido volver algun día a juntarnos en el mismo lugar para celebrar algo muy, muy especial.

1 comentarios:

Teresa dijo...

¡Felicidades! :)

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