viernes, 18 de septiembre de 2015

"No me sigan a mí, sigan al niño." Maria Montessori

Han pasado dos semanas desde que Nur empezó en el nuevo cole. Hace siete meses que estaba decidido. Nur nos animó a tomar esta decisión, y como siempre, encontró su forma de indicarnos lo que necesitaba. Por un lado me siento orgullosa por haberla sabido escuchar y por haberme dado cuenta de que sus necesidades iban por otros derroteros, y por otro lado me siento muy decepcionada con el colegio anterior. Me gustaría escribir para tratar de calmar mi emoción, mi sensación de disgusto, mi cabreo y mi indignación. Me gustaría hacerlo sin criticar, intentaré solamente exponer y contar mi experiencia, tal como ha sido en los dos últimos años, y dejar que el sentido común le hable al corazón. Necesito hacerlo, necesito sacarme esta espina que me pica y me molesta.

Cuando mi hija empezó a ir al Colegio Waldorf de Aravaca, me pusieron en aviso de que la profesora que le había tocado era algo peculiar, y que me convenía llevarme bien con ella porque el no hacerlo podría perjudicar a Nur. En la primera reunión de padres, en junio, antes de empezar el colegio, nos dijeron que la participación de los padres era muy importante en este colegio, y que también se esperaba que existiera una línea de coherencia entre el colegio y los hogares/familia. Un ejemplo de esto sería no dejarles ver la televisión o utilizar pantallas de Ipad, etc. Nosotros tenemos en casa unos límites con este tema, dije. En casa, si se ve, se ve una hora de pantalla al día. En aquella reunión éramos 4 madres. Todas pusieron cara de espanto (aunque después los niños de este cole ven la tele a escondidas). En las siguientes, a veces 10, a veces 11 padres y madres. Había unos 22 niños.

Los primeros días todo fueron límites y avisos por parte de la profesora. Que si la tenéis que traer peinada (?!), que si la tenéis que abrigar más, que si no traigais zapatos con cordones porque tiene que ser autónoma y ponérselos ella sola, que si no hagáis las despedidas largas que es peor para ellos... Con suavidad y firmeza. A los padres también había que enseñarnos.
A regañadientes, y por recomendación de la profesora, R., le compré unos bodys para llevar debajo de la ropa que se tenían que abrochar en la parte de abajo (mi hija ya tenía 3 años y medio y hacía mucho tiempo que no llevaba pañal). La razón para ello se suponía que era para que no se le quedara la espaldita al aire cuando jugaba a colgarse por los columpios, etc. Bien. Bien raro, me pareció a mí. Le avisé de que tendrían que ayudarla a abrochárselo, porque ella no sabía y los botones son fuertes. Pero no le quería hacer la contraria, estaba avisada. Todos los días cuando la iba a buscar me la encontraba con el body abierto por abajo, colgando. Pobrecita. Y no veía que ningún otro niño llevara body. Después de 10 días de no ver ni un cambio, de caérseme el alma a los pies de ver a mi niña con aquel trozo de tela colgando, los recogí y los doné. Nunca más.

Un día fui a buscar a Nur y pareció con la chaqueta y la sudadera abiertas, mientras R. me decía que la teníamos que llevar mejor abrigada. La imagen de la profesora regañándome (comedida, con voz suave, pero firme y con aire muy profesional) y la niña con toda la ropa desabrochada era muy triste (y absurdamente incoherente)... cuando llegué al coche me indigné, y con razón. ¿Y si la abrigo y nadie le ayuda ni le enseña a abrocharse la ropa, de qué sirve? Me preguntaba en el coche, muy enfadada conmigo misma por no haber sido capaz de decir nada en el momento que mi hija apareció toda desabrochada con un viento gélido que hacía. Estuve unos días muy cabreada, y finalmente me hice terapia y un ejercicio de profunda reflexión y auto-observación para ser capaz de aceptar a R. y ver su corazoncito, su parte buena y positiva, su profesionalidad, que tan bien sabe mostrar. Porque estaba avisada, "mejor llevarse bien con ella o la que lo va a sufrir va a ser tu hija."

Durante el primer año y los primeros meses del segundo curso de infantil, tres niñas mayores se metían con algunas de las pequeñas (en las escuelas Waldorf los niños de Infantil están mezclados en edad, desde los 3 hasta los 6). Concretamente una de las niñas se ensañaba con Nur.
Cuando yo la recogía en el cole, subíamos al coche y nuestra conversación era así:
- ¿Qué tal en el cole cariño?
- Mal, Catalina se ha estado metiendo conmigo
O:
- ¿Qué habéis, hecho mi amor, te lo has pasado bien en el cole? - No, Catalina me ha dicho que mi ropa es fea y Valentina nos ha quitado la arena que habíamos usado para hacer una tarta.
Otro día me dijo que esta niña le había dicho que su piel era fea... mi niña...
A esto lo llamo yo "acoso escolar". (Y a la próxima niña o niño que lo haga, si se atreve, le arranco el corazón y me lo como.)

Pero hace dos años no lo tenía tan claro. Y esto era todos o casi todos los días. No era una excepción. Las veces que hablé con R., me dijo que eso es normal, que estas niñas no eran niñas problemáticas y que era una forma en la que la vida estaba desafiando a mi hija para que aprendiera a usar sus herramientas. Que tenía que aprender ella. No sé por qué, y de verdad, no sé cómo lo hizo, pero me convenció. Quería llevarme bien con ella, estar de su parte, y al mismo tiempo animar a mi hija para que aprendiera a sobrevivir y a ser inmune a este tipo de ataques. Ahora lo pienso y me siento maaaaal. ¡Sólo tenía 3 años y medio! ¿Dónde está la empatía, el cariño, la presencia de las maestras?

En otoño del segundo año, una de las madres y yo insistimos en que tenía que parar, y al parecer estos ataques cesaron. Nur quería aprender a escribir. Durante todo el otoño se quejaba por las mañanas: “No quiero ir al cole”… cada mañana igual. Unas veces porque no quería ver a aquellas niñas, otras porque simplemente no quería ir, porque se aburría, etc.
En casa quería que le enseñáramos a escribir. La abuela, escritora y rebelde, le compró unas letras de madera. Así que pasábamos las tarde componiendo palabras con las letras, y la hija copiando y aprendiendo a escribir por su cuenta, y yo componiendo palabras con el nuevo "Scrabble" acomplejada por no ser una buena "profe" (sólo soy su mamá).
El sistema Waldorf contempla a rajatabla la antroposofía de Rudolf Steiner, que observa el desarrollo del ser humano por septenios, y decide que los niños no deben aprender a leer ni a escribir hasta los 7 años, ya que hasta entonces deben aprender a trabajar con el cuerpo, y a través del movimiento ir familiarizándose con las curvas, las rectas, para aprender a escribir después. Si un niño quiere aprender a leer y a escribir antes de esas edad, nadie le va a enseñar, y en este escuela al menos, no existe ningún tipo de material escolar para que pueda, si quiera por cuenta propia, explorar e investigar acerca de los números, las letras, las formas geométricas, las cuentas... Una vez más, estamos midiendo a los niños con el mismo rasero (y en este caso, además, con el mismo rasero de hace más de 100 años).

La siguiente perla de R, no la olvidaré:
Como mi hija (en aquel momento 4 y medio) insistía e insistía en que quería aprender a escribir, antes de terminar el año, le dije a R., que para entonces era ya estaba a tope de responsabilidades y de trabajo, pues estaba a punto de abrir una nueva escuelita Waldorf, cerca de la escuela donde ya trabajaba:
- Nur tiene unas ganas locas de aprender a leer y a escribir, me pide que le enseñe…
- Ah, sí, esto les pasa a todos, ya se le pasará. (¡¡¡¿¿¿¿¿?????!!!)

Otro día, le dije a R.:
- Nur me está diciendo mucho que se aburre… ¿tú cómo la ves?
- ¡Qué va, no se aburre! Está jugando todo el tiempo…
Claro, Nur no es una niña del tipo que se queda en un rincón con cara de hastío; ella juega, pero eso no quiere decir que no lo haga aburrida… Después me ha dado cuenta de que lo que me estaba diciendo era que se aburría de jugar siempre y no aprender cosas nuevas, que es lo que ella quería. Llegó a cruzarse en mi mente el pensamiento de que si un niño con unas capacidades y ganas muy grandes de aprender no encuentra una vía, un soporte, un material de apoyo y la presencia de una guía adulta que le acompañe amorosamente, es posible que, creyendo que esas necesidades de aprender y abracar cosas no son importantes o necesarias, las deseche, escondiéndolas y guardándolas bien profundo en el inconsciente. Una inteligencia (palabra tabú en esta escuela) desaprovechada.

En otra ocasión, le dije a la ayudante (no me atrevía a decírselo a R. directamente para evitar conclicto), que por favor ayudaran a Nur a abrocharse el abrigo, o, al menos, le recordaran que tenía que hacerlo, ya que iba todos los días con el abrigo desabrochado. Respuesta, que recibí como un jarro de agua fría:
- Ellos son autónomos, lo tienen que hacer por su cuenta…
Me quedé planchada… planchadísima. ¡4 años! Y yo, que no soy de respuesta rápida, y que no quería problemas… había visto que las madres que se quejaban eran vistas como las “locas” del colegio, un colegio narcisista, incapaz de mirar sus propios fallos a no ser que alguien o algo hiciera sonar la alarma, como cuando un niño de 10 años salió del colegio y se fue andando a su casa (de Aravaca a Pozuelo) porque otros niños se metían con él en el comedor (haciendo que se le llegara a caer la bandeja hasta 2 veces), y no confiaba en ningún profesor para que le apoyara. A partir de aquel momento se puso un timbre en la barrera para que los niños no pudieran salir libremente, aunque sin nadie que vigilara si quien tocaba el timbre para que le abrieran la puerta era un niño o un adulto. Cuando yo era pequeña, en el colegio de mi pueblo, siempre había alguien en la barrera para que no saliéramos, y nos gustaba jugar a despistarle para poder escaparnos a la montaña.

Así iban pasando los días, yo estaba medio abducida, y Nur seguía insistiendo en que no quería ir al cole, y se pasaba las tardes tratando de aprender a escribir, y dibujando y pintando sirenas en el mar, dibujó cientos de ellas. Una tarde llegó a estar 2 horas de reloj sentada pintando, mientras yo no dejaba de asombrarme. Necesitaba concentrarse, "trabajar", crear sin cesar. Su profesora, R., consideraba que hasta que los niños entran en primaria, "hay que explotar el juego libre al máximo", por lo que en su clase no había acuarela, ceras ni manualidades, apenas 3 o 4 cositas en todo el curso.

Así, una mañana de febrero del año pasado, me desperté con un pajarillo revoloteando en mi estómago. Un antepasado mío, el tío Juan, hermano de mi bisabuela, psiquiatra y educador, creó en 1920 Villa Joana, la primera escuela para niños con discapacidad donde se les enseñaba un oficio y no tenían que estar internos. Él había estudiado con María Montessori cuando vivió en Italia, donde se casó en Bolonia con la hija de una condesa. El ayudó a que María Montessori fuera a Barcelona a principios del siglo XX a dar unos cursos sobre las nuevas pedagogías humanistas que estaban desarrollándose en Europa.
Me senté al ordenador, y pedí cita para ir a visitar el Colegio Montessori de conde Orgaz. Le dije a Nur:
- Cariño, estamos buscando un cole nuevo para ti
- ¡¡¡Bieeeeennnn!!!! – me quedé alucinada. Hasta ese momento no sabía que cuando Nur me decía que no quería ir al cole, que se aburría, era porque en realidad no quería estar ahí. A partir de ese momento me quedó claro. Hicimos el cambio rápido. La inscribimos para el siguiente curso. Y no volvió a quejarse, no volvió a decir que se aburría, y presumía siempre delante de nuestros amigos de que la íbamos a cambiar de cole. Nos había llegado su mensaje, su queja, su necesidad.
Vino a la reunión con el director del colegio, y aunque el cole nuevo no tiene árboles ni conejitos ni gallinas, “¡tiene laboratorio y vamos a prender los planetas!”.
En la clase de R., un año más, se hicieron la foto de clase sin Nur. Así que tenemos dos fotos de clase de los dos años que ha estado allí, en las que ella está ausente. Para mí, este detalle me dice que de alguna forma Nur no estaba allí presente, no era su lugar.

Así que aquí estamos. Llevamos dos semanas desde que empezó en el cole nuevo. Cada día sale llena de entusiasmo, le da un súper abrazo a sus maestras, y antes de que subamos al coche ya me está contando todas las cosas que ha aprendido durante el día. Está feliz, entusiasmada, y completamente enamorada de sus maestras, Laura y Eyleen (quien sólo les habla inglés).
- Mamá, creo que Eyleen es un hada
- ¿Una hadita?
- No, un hada gigaaanteee
Por lo que me cuenta, puedo ver que se le presta atención, que se la acompaña y se le fomenta la ilusión por aprender cosas nuevas, y que desde el amor, la disponibilidad y la presencia amorosa, se le enseña amorosamente, jugando, cantando "aeioú burriquito como tú", contando el cuento del país de las letras, que el mundo es algo lleno de posibilidades fascinantes y de cosas maravillosas por descubrir (¿tan difícil era?). Un día leí que un niño que no tiene un deseo fuerte y profundo por aprender, no es un niño sano. Mi hija transmite ilusión y entusiasmo a raudales,está feliz. Estamos llenos de asombro de cómo en dos semanas nuestra hija ha podido dar un salto cuántico tan grande. En dos semanas han cambiado sus dibujos, son más completos, más imaginativos (todavía), y también ha cambiado su forma de hablar. También está aprendiendo inglés muy rápido, ya que su querida Eileen les habla sólo en este idioma.

Nuestro colegio no es un Montessori puro. Ya no nos interesa una estructura de pedagogía estricta, sino algo abierto, adaptable y cambiante, como los mismos niños. No nos interesa que las fronteras entre el colegio y la familia se diluyan, que se nos recomiende cómo tenemos que vivir en casa y cómo tenemos que educar. La familia es Cosa Nostra.
No nos interesa un colegio donde la máxima autoridad es la de los maestros, donde los padres no tienen nada que opinar ni que hacer si no es a favor del sistema… Nos interesa una escuela activa, donde padres y maestros trabajan juntos, donde hay escucha, presencia, atención y cariño. Donde la opinión de los padres es tan importante como la de los niños y los maestros, y donde estos cuentan con infinidad de recursos para enseñar jugando y proporcionando disfrute a los niños, y una escuela capaz de observarse a sí misma y adaptarse a los cambios con entrega, disposición y buena voluntad. 
No nos interesan los sistemas educativos que funcionan igual que hace 100 años, sino los que se adaptan a los nuevos niños, que observan y se adaptan a las cualidades únicas de cada niñ@.

No nos interesa un lugar donde no se les enseñe a gestionar los ataques de otros niños, y donde estos no sean tomados en cuenta. No, gracias.
Creo que existen los “niños Waldorf”. La nuestra definitivamente no lo es.
Los niños son maravillosas esponjitas, creo que las estructuras rígidas y sectarias no ayudan a educar en libertad. Creo que tampoco ayudan a potenciar la capacidad extraordinaria que tiene cada niño de aprender de una forma única e irrepetible.

Y así creo que debería ser la infancia, jugar, aprender, disfrutar, vivir en el asombro, maravillarse. 

martes, 10 de marzo de 2015

Una nueva iniciación: afrontando el duelo.

Ayer me despedí del alma preciosa que había elegido mi cuerpo para hacer un tránsito importante. No era mi primera experiencia de despedida prematura, así que ya sabía que algunas almas buscan el vientre de una madre para completar un ciclo de vida en el que muchas veces no tienen que llegar a encarnar. Este es un proceso aceptado con antelación por ambos en los planos superiores, igual que los es el de elegir a nuestros padres y la familia en la que vamos a encarnar.

Cuando empecé a sentir que la posibilidad de "pérdida" era real, me sentí frágil y desamparada. Pero las palabras de una mujer loba sabia y maestra en procesos de vida-muerte-vida, ayudaron a que el proceso tomara una dirección completamente distinta, y me hicieron ponerme en pie (en sentido figurado, porque físicamente estuve todo el día tumbada con las piernas en alto, con dolores y sangrado).

Entonces acepté que no estaba en mi mano el dirigir el proceso vital del alma que habitaba mi vientre. Que era la Vida misma la que se encargaría de todo el proceso. Así que me relajé. Y lo más importante, que para mí fue decisivo y fundamental, decidí que quería vivir el proceso como madre, y no como niña. 

Fue un proceso de soltar, de aceptación y de entrega total.
Por la tarde, justo cuando terminé de aceptar esto, le dije a este alma: “Seas quien seas, como madre te ofrezco mi cuerpo para hacer el tránsito que necesites hacer, sea cual sea…” Entonces a los pocos minutos mi vientre se relajó y empecé a sangrar mucho y me fui al baño y salió todo… Al volver a la cama sentí como su espíritu salía de mi cuerpo en paz y me daba las gracias…

Por la noche fuimos a urgencias y las horas que estuve allí viviendo el proceso me vinieron muchas cosas… fue un cursillo acelerado sobre las formas infinitas que tiene la Madre de la Vida para ser madre… A través del dolor y del duelo pude aprender muchas cosas, fue como si se descargara un disco duro sobre lo que es ser Madre, sobre los procesos de vida-muerte-vida, sobre la muerte que no existe, sobre el miedo al dolor y la aceptación de este en nuestra experiencia de vida... sobre el poder que tiene la Vida y las misteriosas formas que encuentra para gestarse a sí misma, para transformarse y regenerarse... una y otra vez... Y al fin pude aceptar y sobre todo reconocer a mis dos hijos anteriores, de dos abortos (voluntarios) que tuve antes de tener a Nur, cuando era muy jovencita… Fue un proceso de reconocimiento, gratitud, entrega, aceptación… Una nueva Iniciación. Saturno y Plutón, mis dos grandes maestros arquetípicos, se aliaron una vez más para hacerme salir de la víctima, y para recordarme que tengo el poder sobre cómo decido vivir las experiencias que me toca vivir. Y me recordaron que tengo la fuerza para superarlas, para iluminar las zonas de sombra que quedan expuestas con cada uno de estos procesos, así como la energía y la capacidad de seguir adelante con el corazón más abierto. 

Me acosté en paz y hoy me encuentro bien. Está hecho.  Y hoy hay un alma que vuela libre por el Cosmos y que se ha transformado en estrella danzante...
Todavía estoy en el proceso tanto externo como interno, el escribir esto me ayuda como siempre a aclarar e integrar la experiencia; me siento bien, en paz con la vida y un poco más madura, más mujer, más madre.

Alejandro y yo seguiremos amándonos, y si de este amor nacen más hijos, benditos sean. Nuestra familia los recibirá con amor y les haremos nido. Abriremos nuestros brazos y corazón. Bienvenidos. Gratitud.


domingo, 25 de enero de 2015

Traer a la Madre Oscura a la Luz


Tras haber compartirdo este artículo infinidad deveces en facebook, lo comparti por esta vía, porque me parece imprescindible y necesario. Ncesitamos ser compasivas y aceptadoras con nosotras mismas primero:


"Nuestro mundo aún tiene que reconocer plenamente el arquetipo de la madre oscura. Al sacarla a la luz de nuestra conciencia, nos liberamos para volvernos auténticas y aparecer con fuerza en nuestras vidas y en el mundo.

El psicoanalista, Carl G. Jung describió los arquetipos como energía universal inherente a la psique humana. Todos los arquetipos tienen un aspecto positivo y un polo negativo. Si uno se expresa, el otro existe como potencial. En cuanto al arquetipo de la madre, la sociedad sólo se refiere al polo-el ángel que todo lo sabe la madre positiva, siempre amante.

No puede existir la madre luz sin la madre oscura. El arquetipo de la madre contiene ambos.

En el mundo occidental, la madre oscura se ha convertido en tabú- "oscura", es decir la capacidad de las madres para frustrar o dañar a sus hijos. Las mujeres deben negar su capacidad de oscuridad y se espera que los niños permanezcan en silencio acerca de cualquier experiencia negativa con sus madres. La ira de la madre que no puede ser expresada abiertamente y procesada de manera segura se hundirá bajo tierra y será proyectada sobre otras mujeres, se volverá hacia adentro, hacia una misma o será proyectada a la tierra.

"Todo lo que es rechazado del mismo, aparece en el mundo como un evento." - CG Jung
Annelie 2012

Tenemos que hacer frente a esta división dentro de la psique humana colectiva, la cual comienza dentro de nosotras mismas como mujeres. No podemos estar plenamente empoderadas en nuestra capacidad para la luz si no hemos reconocido plenamente nuestra capacidad de la oscuridad. Puede convertirse en una espiral negativa en la que nos negamos nuestros sentimientos negativos, y los proyectamos a los demás en formas disfuncionales, que pueden crear más vergüenza. Nuestras emociones negativas son naturales y parte de nuestro poder. Son parte integral de la experiencia humana. Si las negamos, nos separamos de nuestra integridad innata.

Los niños tienen una necesidad natural de idealizar a sus madres. Pero como adultos debemos reconocer que las madres son los seres humanos -con la capacidad para el bien y el mal.

Sociedad ejerce una enorme presión sobre las madres, no sólo para lucir fabulosas, tomar siempre las decisiones correctas, tener una carrera exitosa y todo sin murmuraciones y esfuerzo. Tenemos que reconocer las mujeres son seres humanos complejos con la posibilidad de tener toda la gama de emociones y experiencias. Al reconocer esto, habría menos presión que convirtiera a las madres en caricaturas, reduciéndolos a roles idealizados funcionales, en lugar de personas reales.

"¿Cómo puedo ser considerable si no arrojo una sombra? Debo tener un lado oscuro también si he de ser completo "- CG Jung

Reconociendo nuestra capacidad para la oscuridad en realidad apoya a las mujeres en ser mejores madres y seres humanos más felices, porque le quita la presión de tener que mentir y tener que dejar de ser auténticas acerca de la realidad de nuestras experiencias. Nos libera para ser reales. Esto nos permite ser realmente disponibles para nosotras mismas y nuestros seres queridos de manera auténtica y equilibrada. Es un modelo de auto-amor para nuestros hijos.

La idealización es una forma de despido

There is a payoff for the idealization: We may believe we don’t have to be accountable for our actions. It may become a cop-out, a shield against criticism. We have to forego the payoff of oppression in order to be free.

Mientras que en la superficie parece que la idealización beneficia a las madres e impulsa su lugar en la sociedad, idealizar a las madres realmente mantiene a la mujer sintiéndose culpable y desamparada. Los desafíos cotidianos, errores y retrocesos se convierten en fuentes de la vergüenza profunda. Tenemos la expectativa de que las madres nunca deben estar enfadadas o celosas. Pedir ayuda o sentirse abrumada son vistos como síntomas de fracaso. Como madres, tenemos que darnos a nosotras mismas lo que la sociedad no nos puede dar; permiso para amarnos a nosotros mismos completamente, con errores y todo.

"Lo más aterrador es aceptarse uno mismo por completo." - CG Jung

Amor propio

Hay una recompensa por la idealización: Podemos creer que no tenemos que ser responsables de nuestras acciones. Puede llegar a ser una excusa, un escudo contra las críticas. Tenemos que renunciar a la rentabilidad de la opresión (autoimpuesta) con el fin de ser libres.

Mientras las mujeres interiorizan la idealización y la presión social para ser perfectas, sus hijos probablemente se sentirán (como ellas) vergüenza y la culpa sobre sí mismos en algún nivel. No podemos dar a nuestros hijos lo que nosotros no tenemos dentro de nosotras mismas. Como hija, para tratar hablar sobre los desafíos y las emociones negativas con su madre, puede significar tomar el riesgo de que ver tus sentimientos negativos como la traición o el rechazo hacia ella. Algunos niños sienten vergüenza de admitir los sentimientos negativos acerca de sus madres. Muchas madres rápidamente cortaron las conversaciones con sus hijos diciendo: "Traté lo mejor que pude." En general, esta dinámica mantiene atrapada a la mujer.

El arquetipo de la madre oscura no desaparece, la energía sólo pasa a la clandestinidad y aparece en formas disfuncionales. Por ejemplo, como madres, podemos decir algo dulce para nuestros hijos, sin embargo, podría haber mensajes oscuros debajo, mensajes como: "Me debes una", "Pobre de mí" y "Cuida de mí." Cuando empezamos a Creemos que somos sólo la madre la luz, y negamo nuestra capacidad para la oscuridad, nos volvemos cada vez menos auténticas. Podemos llegar pensar que otros son responsables de hacernos felices. Es posible que no respetemo los límites de los demás. Nuestra propia represión, la oscuridad no reconocida, se vuelve tóxica para nosotras mismos y para los demás.

Reconocer el arquetipo de la madre oscura es clave para reconocer todo el poder de las mujeres.

El tabú de la madre oscura es un síntoma de un tabú social más amplio sobre la vulnerabilidad. La sociedad dice que no es seguro que reconocer nuestros verdaderos sentimientos, especialmente los negativos como la ira, la tristeza, la decepción, celos, etc. Tenemos que admitir a nosotros mismos todo el alcance de nuestros propios sentimientos y aprender a sentirnos en sintonía con la parte creadora y destructora de los mismos. 
Asumir y acoger a la madre oscura que vive en nosotros es un paso decisivo para abrazar nuestra humanidad. Y cuanto más abrazamos nuestra humanidad, más plenamente encarnamos nuestra divinidad. Estas van cogidas de la mano.

Sin la presión de ser perfecta y de sentir vergüenza por nuestros errores humanos, el conflicto no se ve como el fin del mundo… ¡es visto como una oportunidad para crecer! Una oportunidad para conocernos a nosotras mismas y a los demás mejor, más íntima, más verdadera, más respetuosamente. Podemos aprender a ver y por lo tanto amar y ser amado con mayor precisión por lo que realmente somos, la luz y la oscuridad. Cuando llevamos a cabo el equilibrio de los opuestos, encarnamos nuestra integridad innata; nuestro ser único y original, auténtico. Los conflictos y las emociones negativas pueden ser vistos como puertas a una mayor intimidad y vitalidad. Estos frutos sólo pueden florecer en el terreno de la radical honestidad consigo misma. Cuanto más nos permitimos a nosotras mismas ser humanas e imperfectas para explorar nuestro interior sin vergüenza, más sanado e integrado se convertirá nuestro mundo. Todo comienza con nosotros.

"El privilegio de la vida es llegar a ser quien realmente eres." - CG Jung"

Traducido por Noraya Kalam del artículo original de bethany Webster

© Bethany Webster 2013

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Despedida y cierre

*Esta foto no tiene filtros ni efectos

Aquí yace mi placenta*. Y sobre ella, este precioso arbusto que planté con ella el ventoso día que la enterré. El otro día ambos me mostraron su luz, su alegría, su plenitud. Gracias.

Mi preciosa Nur empieza el cole. El "cole de mayores". Nueva etapa en nuestras vidas. Y mucho aprendido, y mucho, mucho por aprender.
Aquí me despido de "El Rumor de las Libélulas" y de la época de mi vida que más ha ensanchado mi corazón y abierto mis profundidades, en todos los sentidos.
Me siento cercana a la crianza con apego y a la crianza con respeto, pero no me gustan las etiquetas, y defiendo la crianza consciente por encima de todo. No olvidando que ser consciente es serlo también de nuestras propias debilidades y limitaciones, de nuestras heridas, de nuestras sombras. Ser conscientes de que no podemos encarnar a la Madre blanca todo el día, que también en nosotras habita una Madre negra, y que tiene derecho a manifestarse.
Las madres que pueden reconocer sus limitaciones y no se esconden delante de sus hijos, para mí también son madres conscientes. Ellas, que no ha recibido el amor de sus madres como les hubiera gustado o como hubieran necesitado, ellas tienen que luchar cada día para frenar y transformar sobre la marcha los inoportunos resortes que, sin haber sido invitados, se unen a la fiesta de la maternidad.

En este blog he tratado de honrar a estas otras madres que sobrevivieron y aprendieron a ser madres de ellas mismas, y que, conscientes de su imperfección, tomaron la valiente y amorosa decisión de traer a un ser (o a varios) a este mundo, y acompañarlo con lo que tenían, con lo que podían.
Todas las madres aman a sus hijos. Todas. Pero en la escuela no se nos enseñó a ser madres, ni siquiera se nos enseña a ser personas. La vida en su constante transformación, a través de sus estaciones y ciclos, nos va enseñando quienes somos y de lo que somos capaces (en lo bueno y en lo malo). Que no somos perfectas, y que no somos santas ni beatas ni putas ni locas. O que somos todo a la vez. Me parece inútil y absurdo el criticarnos unas a otras, y pensar que nuestra forma de maternar es mejor que la de otra madre. Lo que es bueno para unos, puede no serlo para otros. Y digo esto pensando en las personas en las que se convertirán nuestros hijos... lo que habrá sido bueno para unos, no lo habrá sido para otros. Quizás así me explico mejor. No intentemos seguir el camino de otros, ni encajar en moldes, ni siquiera tratemos de crearlos. Observo, siento, y aprendo. Y actúo desde mi libertad como madre y como persona, como mujer. Me permito ser imperfecta y me permito vivir el proceso de sanación que no pude completar antes de ser madre. Y lo hago ahora. Acogiendo lo que soy, acogiendo lo que hay.
Elegimos a nuestros padres. Y nuestros hijos nos han elegido a nosotros. Tal y como somos. Con todo nuestra humanidad, y con todo nuestro potencial también. En nuestras manos está el intentarlo. Y si no podemos, amemos lo que podamos, tratémonos con más dulzura, con menos severidad. Quizás nosotras tambien nos estemos recuperando de una infancia difícil... suavicemos las formas con nosotras mismas, paremos cuando lo necesitemos y respiremos. Después de esto sólo encontraremos más bondad, más paz y más amor. Del bueno. Del de verdad.

Si no soy feliz, mi hija aprenderá a sacrificar su felicidad. Haga lo que haga en mi vida, como mujer y como madre, me tiene que hacer sentir feliz. Si el sacrifico no viene de hacer que este momento sea sagrado, mi hija aprenderá a sacrificar su libertad, y nunca será libre. Nunca amará desde la libertad. Si me duele lo que he dejado atrás, lo que he dejado de hacer, lo que no estoy haciendo... Ella también aprenderá a relegar sus sueños, le costará sacarlos adelante... si llega a intentarlo. Todo lo que hacemos y dejamos de hacer repercute en nuestros hijos. También lo que decimos delante de ellos, y cómo lo decimos. Qué gran responsabilidad acompañarles desde ahí...
Trato de ser coherente, y cada día me doy cuenta de que a veces es difícil, así que voy aprendiendo a no dar nada por sentado, a que mi realidad se va creando día a día, y el futuro de mi hija será un reflejo de lo que ella vea, escuche y sienta hoy. Me despido con el final de uno de los posts de "El Rumor...", un final en el que sigo creyendo, en el que sigo trabajando...:
Soy una madre. La mejor que mi hija puede tener. La que ella ha escogido. Con mis errores, mis imperfecciones. Con mi crianza con apego, con mi libertad.


"Nuestro mayor esfuerzo debe ser el desarrollo de seres humanos libres, que sean capaces por sí mismos de impartir propósito y dirección a sus vidas".
Rudolf Steiner, 1861-1925

"Los ojos son el reflejo del alma como los niños son el reflejo de su familia"

"Criemos niños que no necesiten recuperarse de su infancia" Pam Leo



* Gracias a todas las personas que en algún momento han pasado por aquí, sobre todo a las que me habéis aportado y enseñado tanto con vuestros comentarios, gracias a esta tribu 2.0 que abre caminos para que nuestros hijos sean criados y educados de forma más sana y natural... A ver si aguanto sin volver a escribir ni un post, jijiji

sábado, 8 de junio de 2013

I love boxes

Estos días estamos de mudanza... otra vez. Reformamos nuestra casa, de nuevo mi vida patas arriba; recoger, seleccionar, tirar, reciclar, regalar, guardar... y cajas. Cajas de cartón que entran, salen, se deslizan, se abren y se cierran durante toda la semana.

Y Nur entrando y saliendo de ellas, escondiéndose y encerrándose, guardando y arrastrando, transformándolas a cada rato. Y en todo este trajín, afloran los pedazos de mi infancia entre cajas. De aquellas mañanas o tardes en las que acompañaba a mi madre en sus guardias en la farmacia, en las que mientras ella trabajaba en la botica, yo trabajaba en el patio de la trastienda, jugando entre todas aquellas cajas vacías, horas y horas...
Gratitud hacia estos recuerdos sensoriales, el olor entre cajas, de las puertas que se abrian y cerraban desde dentro de ellas, de la imaginación sin límites que inventaba historias, laberintos y pasadizos. y d ela hora de volver a casa con mi mamá. Durante algunos años solas las dos...

Y un cariño infinito hacia la niña que fui, hacia aquellas horas acompañando a mi madre, hacia las cajas de medicamentos que me gustaba colocar, apilar y organizar, y las cajas que los habían guardado en del patio donde me escondía y creaba mil universos. Porque una caja no es solo una caja: es una casita, un palacio, una tumba de zombies, una cueva donde guarecerse de la lluvia, una nave espacial...
Y una reforma no es sólo una obra y un cambio físico en la casa, es una reforma de nuestro interior, una recapitulación, un salto hacia adelante, un adiós y una bienvenida...

viernes, 10 de mayo de 2013

Me veo en ti

Después de la tormenta siempre llega la calma... La crisis pre-cumpleaños se fue tan rápido como llegó. Han sido más o menos dos meses, difíciles y complicados, pero mágicamente hemos vuelto a nuestra realidad de complicidad, besos y abrazos.

Ahora, con la transparencia y dulzura de Nur otra vez flotando en el ambiente, sólo una cosa me pesa (y mucho): los únicos aspectos "negativos" que veo en ella, aunque muy puntuales, son, claramente, reflejos míos. Está reproduciendo lo que ve, y eso no me gusta nada... No me gusta lo que le estoy mostrando a mi hija, y me entra la impaciencia por cambiar, la necesidad de transformar de una vez esa sombra alargada que me muestra una vez más en el espejo transparente que es mi hija, que puedo ser tan incoherente e incongruente como mezquina e irresponsable.
Esta semana, además, llegan a mí los escritos de dos comadres que me han hecho sentir más acompañada, pero no menos responsable:

Por un lado, Marta, en su blog "Mà a mà, pell a pell, cor a cor", y su maravillosa entrada "Hay mil madres en mí". Me ha hecho sentir el calorcito de las otras mamás que, como yo, son mil madres en una, y que como humanas, tropiezan una y otra vez con la misma piedra.
Por otro lado Violeta, en su blog "Criar a Contravía", con una entrada que, como madres, no nos deja escapatoria. No podemos mirar hacia otro lado, no podemos eludir nuestra responsabilidad de hacernos conscientes. Al menos yo no.
Sinceramente, daría lo que fuera porque Nur no hubiera escuchado ni un grito salir de mi boca, y hablo también de gritos a mi pareja, su padre. E incluyo en esto también otras violencias y formas de control, visibles e invisibles, que ha tenido que vivir mi hija, que aunque en el Todo sean minúsculas, en mi conciencia no lo son.

A mi favor tengo recursos para cuando llega la calma: el poder hablar con Nur, abrirle mi corazón y contarle como me siento, el poder ser transparente con ella y el mostrarme sinceramente como soy de verdad, sin disfraz. El haber aprendido a validar sus sentimientos, herramientas para ayudarle a construir su auto-estima y para proporcionarle seguridad y confianza. A mi favor tengo la capacidad de transformar rápidamente cualquier situación en positiva sin cargas. Perdonar y soltar. Los cuentos terapéuticos y la capacidad de enseñarle que aprendemos de nuestros errores. Pero ahora me toca trabajar(me) en cómo reacciono en la tormenta; en esos momentos en los que la realidad se distorsiona y se tuerce, dejándonos a solas con nuestras violencias escondidas (o no tanto).

Para ella sus padres somos perfectos, nos observa como si fuéramos dioses, y siento una gran responsabilidad hacia mi labor de acompañar y educar con el ejemplo. Me doy cuenta de que las veces que recurro con facilidad al grito y a la amenaza (en casa no hay castigos), es porque en estos momentos no tengo otros recursos para reaccionar en situaciones de estrés, y siento que debo encontrar nuevas vías, nuevos caminos, y una forma totalmente nueva de comunicarme, no sólo con Nur, sino en todas mis relaciones.
Hasta ahora, y durante el último año, me ha servido de muchísimo el maravilloso libro "El niño feliz", y hoy acabo de recibir el libro de Naomi Aldort "Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos" ("Rising our children, rising ourselves") que creo que va a aportar más luz a mi vida (gracias Vivian)
Me quedo también con los talleres de Comunicación NoViolenta de Pilar de la Torre que me ha recomendado la pediatra Mónica Delgado para informarme bien y meditar sobre si hacer alguno de sus talleres o no... que no sea por falta de recursos. Porque la educación de mi hija lo merece, su felicidad, mi felicidad y la de mi pareja. Porque, como dice el siguiente vídeo, le estoy enseñando a vivir, lo sepa o no.

"Cuando pensamos que nadie nos observa... están esos hermosos ojos viendo cada paso que damos; porque algún día quieren ser como nosotros. Para ellos somos padres fenomenales, somos sus héroes; por esto y mucho más vale la pena tomarse unos segundos y pensar antes de actuar."
Gigiola Nuñez

"Criemos hijos que no necesiten recuperarse de su infancia" 
Pam Leo

martes, 23 de abril de 2013

"Había una vez..."

Ni recuerdo ya cuándo los cuentos se silenciaron en mí y dieron paso a los mitos. Gracias a los mitos pude encontrar más sentido a mi vida en algún momento en el que este brillaba por su ausencia.

Los cuentos infantiles han vuelto a mi vida gracias a Nur y... a Alex.
Fue el verano pasado, en agosto. Nur tenía 2 años y 4 meses. Habíamos ido introduciendo pequeñas historias impresas, libros de libujos para bebés, libros donde buscar dibujos y contar historias a través de buscar personajes y localizar colores, animales o números, como los de Richard Scarry.
Una noche que Alex y yo acompañamos a Nur a dormir, su padre empezó a contarle un cuento extraordinario: "Había una vez una princesita que se llamaba Nur que vivía en un palacio de amatista, con un salón de topacio y un trono de rubí..."
Poco a poco, los tres, Alex como narrador y Nur y yo como oyentes, fuimos entrando en el mundo de los cuentos de hadas, princesas, piratas y sirenas viajamos por paisajes fantásticos que se cruzaban y se interrelacionaban dejando un rastro de magia y de asombro en el cual nos sumergimos olvidando por completo dónde estábamos.
A partir de aquel día y despues de aquel primer viaje capitaneado por el capitán Alex, Nur ha viajado en un sinfín de aventuras más que han hecho del cuento uno de los protagonistas de esta familia. También ha habido cuentos visuales, como la película de E.T o "El Mago de Oz", a los que Alejandro ha dado vida otra vez en la imaginación de Nur durante el rato antes de acostarse, en medio de la oscuridad y el silencio. Él es el contador de historias que creció rodeado de mitos como el de Perseo y el de el gigante Atlas, y que ahora le trasmite esa magia a su hija recuperando esa tradición familiar.

Yo, por mi lado no tengo ese don. Prefiero leerle un cuento o jugar un poquito con ella en la cama antes de dormir, o aprovechar  esa oscuridad y silencio para explicarle algo de los que haya ocurrido durante el día que necesite aclaración. A veces utilizo el cuento para hacerlo... entonces el cuento se vuelte terapéutico para las dos: si un día he tenido menos paciencia de la que suelo tener, o le he alzado la voz a Nur, o hemos "luchado" por el poder en alguna situación, si algún día mi sombra se ha apoderado de mí oscureciendo nuestra tarde, le cuento un cuento a Nur sobre alguno de sus personajes favoritos, y entonces incluyo la historia que nos ha pasado a nosotras dos dentro del mismo, como si le estuviera pasando al personaje. Pero entonces incluyo los sentimientos de los dos personajes que se enfrentan o que no se entienden, o los sentimientos del que "se porta mal" o del que se siente herido.
do, no soy buena contando cuentos. No me fluye la imaginación, me viene la pereza y el cansancio (cuando acompaño a Nur a la cama estoy ya súper cansada de todo el día) y simplemente
De alguna manera Nur sabe y entiende, y la energía, dentro de esa oscuridad y ese silencio previos al sueño profundo, se transforma, se suaviza, recupera su textura, y la puedo abrazar suavemente y con firmeza, y me puedo perdonar, y decirme, "mañana será otro día, gracias".

Como le hemos ido cogiendo el gustillo a los cuentos (contados, leidos, imaginados), y cada vez nos gustan más, decidí acomodar en casa un rincón de lectura para Nur. En él se refugia la estrellita mientras preparo la comida, tiendo la ropa o contesto a un e-mail. En él pasamos ratos largos y cortos juntas recorriendo con el dedo las líneas ilustradas de sus cuentos favoritos, entreteniéndonos en los dibujos o en las historias paralelas que surgen en medio del cuento. Porque tan importante es el recorrido por la historia como el entretenerse por el camino, aunque luego olvidemos qué cuento estábamos contando, aunque volvamos a dejarlo en la estantería sin terminarlo para coger uno nuevo. Lo importante son esos momentos que pasamos juntas en los que los que las hadas y sas musas se confabulan para que podamos disfrutar la una de la otra, acurrucarnos y hacernos cosquillas, encontrarnos entre las ilustraciones y los personajes de fantasía...
La Magia de los cuentos ha vuelto a mi vida, y lo ha hecho para quedarse.  
¡Bienvenidos piratas, hadas, brujas malvadas, lobos feroces, bienvenidas princesas modernas y clásicas! ¡Bienvenidos mostruos, madrastras y reinas, principitos, conejos acelerados, niños perdidos, manzanas envenenadas! ¡En esta casa vive el Arte y las musas son bienvenidas! ¡Que se corra la voz! ¡Los cuentos están vivos!

Tres ya!!

Hoy la niña de mis ojos ha cumplido 3. 
Y con ella llegó el caos. Y con ella llegó el amor puro (y duro)...
Mi vida se ha puesto patas arriba, he dejado de ser la mujer formal, puntual y ordenada que era antes, me he deshecho casi por completo... pero soy taaaaaaaaaan feliiiiiiiiiiiiiiizzzzz!!!!
¡¡¡FELICIDADES MI AMOOOOR!!! 


Afrontando la pérdida del mundo celeste (todavía)

"Decís: Estar con los niños nos cansa”. Tenéis razón.
Decís: “Porque tenemos que ponernos a su nivel. Bajar, inclinarnos, hacernos pequeños.”
Os equivocáis. No es eso lo que nos cansa. Es el hecho de tener que ponerse a la altura de sus sentimientos. De subir, estirarse, crecer, ponerse de puntillas. Para evitar el dolor"
Janusz Korczak "Como amar al niño"


Hoy ha sido día de besos, mimos y abrazos.
Ya casi no recordaba lo que es pasar una tarde así con Nur. ¡Qué dulzura, qué delicia y qué amor más entrañable y único!
Y es que desde hace más o menos un mes, estamos en plena bajada de colmillos y muelas (completando procesos de encarnación), y crisis pre-cumpleaños. Nur empieza a buscar independencia, al mismo tiempo que necesita estar en la misma habiatación que su padre o yo. Cada día está lleno de paradojas y de contradicciones, paradojas de Nur, contradicciones de mamá.

Nos viene pasando los dos últimos años, y cada vez que llega, y que Nur empieza a notar sus cambios, yo me desubico. Creo que de alguna manera me debo haber acomodado, una vez que he encontrado la postura, me olvido de que debo seguir agachándome y volviéndome a levantar, curvándome y estirándome, poniéndome de puntillas y de cuclillas otra vez.
Porque con cada nuevo ciclo, mi niña se enfrenta de nuevo a la pérdida del mundo celeste, de ese mundo infantil que cada vez va tomando más forma y que hay que aprender a interpretar y a expresar.
El año pasado, poco antes de cumplir los dos, con 21 meses, Nur empezó a tener "esos" cambios de humor, y yo, más bien perdida, buscando ayuda por doquier, encontré, a través del blog "Ojitos que brillan" el maravilloso libro "El niño feliz", que me ayudó (¡ay si me ayudó!) a ubicarme, de nuevo, y desde una nueva perspectiva, como madre que acompaña y aprende. Que no es poco.
Cuando digo "que aprende", me refiero a ver mi sombra más oscura de madre y tener que aceptar que yo soy eso también; he dicho lo que pensé que jamás diría, y me he aprovechado de ese amor incondicional que nuestros hijos nos tienen, arrastrando luego la culpa como he podido. Me identifiqué al máximo cuando hace poco leí una entrada en el blog "Criar a contravía" llamada "Para quien escribo"... Durante los últimos meses he llegado a sentir cada punzada tal y como lo describe Violeta, pero no he tenido el valor que ha tenido ella, ni las fuerzas, supongo, para escribir sobre mis violencias (visibles e invisibles). Me decía a mí misma que "mañana empezaremos de nuevo. Gracias por la oportunidad de un nuevo día, de un nuevo amanecer, gracias por otro nuevo comienzo cada mañana." Cuando mi día terminaba así, con esta oración-mantra, no me sentía la mejor madre del mundo, lo puedo asegurar.
La madre que compaña y aprende es también quien le dice a su hija al final del día: "Mi amor, lo siento mucho, muchísimo... no he podido hacerlo mejor, a veces no te entiendo, y a veces no me entiendo a mí misma, ¿lo sabes, verdad?" "Si, mamá". "Gracias mi amor" "Lo siento mamá" "No, yo, lo siento cariño mío".
No sé si esto es justo o no, pero al menos, el poder hablar de mis sentimientos con Nur, me hace creer que la estoy ayudando a no identificarse con la causa de mi dolor, y me parece que debe funcionar, porque no se lleva nada de esto a sus otras relaciones. De alguna manera sabe discernir y no se siente responsable por mi malestar. Al menos...

El último mes ha sido un mes de llanto feroz, de gritos de repente, sin venir a cuento, ante unos padres (nosotros) atónitos y desorientados... "¡¿pero qué te pasa? ¿me lo quieres explicar?!". Uf! Llegan los tres años y vuelvo a preguntarme si podré con todo esto, si llegaré a rebasar los mílites que me autoimpongo en la crianza con "disciplina y con amor"...


jueves, 22 de noviembre de 2012

"Estoy trabajando"

Concentrada y pasándoselo pipa... en momentos así, una ducha, el desayuno, el vestirse, el llegar a la hora en punto al cole... todo puede esperar. ;)Debe esperar. 
Nunca deberíamos interrumpir a un niño o bebé mientras se encuentra concentrado jugando. Para ellos, el juego es, como dice Nur, "su trabajo", y es, en palabras de mi hija, "muy importante". Ahí es nada.

(Pendiente de lectura tengo este enlace sobre "La inteligencia en el juego", ¡me parece muy interesante!)