El primer día fui un poco inquieta, pues iba con Nur, que con 10 semanas era todavía muy pequeña para dejarla con otra persona, y no sabía cómo iba a ir la cosa, o sea, asistir a un seminario de seis días con un bébé. Llevé un colchón plegable, una mantita, la hamaquita de Nur y una bolsa con sus cositas.
Al llegar al lugar, ví el cielo abierto: una zona de la gran sala, estaba especialmente pensada para los papás y mamás con bebés y niños pequeños. Niñas correteando, bebés llorando, ¡qué bien! Así que feliz, monté el "chiringuito", como lo hacemos las mujeres, que con cualquier cosa sabemos recrear un hogar.
También tuve la suerte de que Alex podía cogerse las mañanas libres, así que él se estuvo quedando con la peque por las mañanas y luego me la traía a la hora de comer, y Nur ya se quedaba conmigo hasta las ocho, hora en que terminaba el curso todos los días. Esto me ha servido para trabajarme el desapego, y para tomar conciencia de lo importante que es que nuestra hija esté con su padre, que compartan largos ratos juntos. Belén, una de las mamás que había allí, me animó diciéndome que así Nur también tendría energía del padre, y no sólo de la madre. Ahora sé que fue una buena decisión.
En el seminario se habló mucho de los niños, Carlos dijo algo que se me quedó grabado y que me parece muy importante, y que Alejandro y yo compartimos.
Es importante educar a nuestros hijos en el asombro, mostrarles desde muy pequeños las maravillas de la creación, llevarles a menudo a la Naturaleza, mostrarles la belleza del cielo y de las estrellas, la magnificencia de los bosques, la luz de las aguas, de los verdes campos... educralos en el asombro por todo lo que es grande y bello en la creación, en el asombro por la inmensa riqueza y exhuberancia de la Madre Tierra, en el asombro por la inmensidad de un cielo estrellado, por la magia de un amanecer...
Y tiene mucho mucho sentido. Pues este mundo es complejo y a veces difícil, tenemos que ver cada día unas brutalidades y mezquindades que, si no contamos con una base emocional estable y una conexión fuerte con la belleza de este mundo, nos podemos llegara a sentir atrapados y sin rumbo, sin poder para tomar las decisiones vitales que transformarán nuestra realidad.
Y tiene mucho mucho sentido. Pues este mundo es complejo y a veces difícil, tenemos que ver cada día unas brutalidades y mezquindades que, si no contamos con una base emocional estable y una conexión fuerte con la belleza de este mundo, nos podemos llegara a sentir atrapados y sin rumbo, sin poder para tomar las decisiones vitales que transformarán nuestra realidad.
Así que decidida a enseñarle a mi hija las maravillas de la naturaleza, y a educarla en el asombro, nos la hemos llevado al Monasterio de Piedra, uno de los lugares más bellos de la península, un vergel que a menudo me recordaba a las cascadas que he visto en Hawaii, o a la selva de Borneo...
Porque ciertamente, si perdemos la capacidad de asombrarnos y de sorprendernos, ¿qué nos queda?
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