viernes, 18 de septiembre de 2015

"No me sigan a mí, sigan al niño." Maria Montessori

Han pasado dos semanas desde que Nur empezó en el nuevo cole. Hace siete meses que estaba decidido. Nur nos animó a tomar esta decisión, y como siempre, encontró su forma de indicarnos lo que necesitaba. Por un lado me siento orgullosa por haberla sabido escuchar y por haberme dado cuenta de que sus necesidades iban por otros derroteros, y por otro lado me siento muy decepcionada con el colegio anterior. Me gustaría escribir para tratar de calmar mi emoción, mi sensación de disgusto, mi cabreo y mi indignación. Me gustaría hacerlo sin criticar, intentaré solamente exponer y contar mi experiencia, tal como ha sido en los dos últimos años, y dejar que el sentido común le hable al corazón. Necesito hacerlo, necesito sacarme esta espina que me pica y me molesta.

Cuando mi hija empezó a ir al Colegio Waldorf de Aravaca, me pusieron en aviso de que la profesora que le había tocado era algo peculiar, y que me convenía llevarme bien con ella porque el no hacerlo podría perjudicar a Nur. En la primera reunión de padres, en junio, antes de empezar el colegio, nos dijeron que la participación de los padres era muy importante en este colegio, y que también se esperaba que existiera una línea de coherencia entre el colegio y los hogares/familia. Un ejemplo de esto sería no dejarles ver la televisión o utilizar pantallas de Ipad, etc. Nosotros tenemos en casa unos límites con este tema, dije. En casa, si se ve, se ve una hora de pantalla al día. En aquella reunión éramos 4 madres. Todas pusieron cara de espanto (aunque después los niños de este cole ven la tele a escondidas). En las siguientes, a veces 10, a veces 11 padres y madres. Había unos 22 niños.

Los primeros días todo fueron límites y avisos por parte de la profesora. Que si la tenéis que traer peinada (?!), que si la tenéis que abrigar más, que si no traigais zapatos con cordones porque tiene que ser autónoma y ponérselos ella sola, que si no hagáis las despedidas largas que es peor para ellos... Con suavidad y firmeza. A los padres también había que enseñarnos.
A regañadientes, y por recomendación de la profesora, R., le compré unos bodys para llevar debajo de la ropa que se tenían que abrochar en la parte de abajo (mi hija ya tenía 3 años y medio y hacía mucho tiempo que no llevaba pañal). La razón para ello se suponía que era para que no se le quedara la espaldita al aire cuando jugaba a colgarse por los columpios, etc. Bien. Bien raro, me pareció a mí. Le avisé de que tendrían que ayudarla a abrochárselo, porque ella no sabía y los botones son fuertes. Pero no le quería hacer la contraria, estaba avisada. Todos los días cuando la iba a buscar me la encontraba con el body abierto por abajo, colgando. Pobrecita. Y no veía que ningún otro niño llevara body. Después de 10 días de no ver ni un cambio, de caérseme el alma a los pies de ver a mi niña con aquel trozo de tela colgando, los recogí y los doné. Nunca más.

Un día fui a buscar a Nur y pareció con la chaqueta y la sudadera abiertas, mientras R. me decía que la teníamos que llevar mejor abrigada. La imagen de la profesora regañándome (comedida, con voz suave, pero firme y con aire muy profesional) y la niña con toda la ropa desabrochada era muy triste (y absurdamente incoherente)... cuando llegué al coche me indigné, y con razón. ¿Y si la abrigo y nadie le ayuda ni le enseña a abrocharse la ropa, de qué sirve? Me preguntaba en el coche, muy enfadada conmigo misma por no haber sido capaz de decir nada en el momento que mi hija apareció toda desabrochada con un viento gélido que hacía. Estuve unos días muy cabreada, y finalmente me hice terapia y un ejercicio de profunda reflexión y auto-observación para ser capaz de aceptar a R. y ver su corazoncito, su parte buena y positiva, su profesionalidad, que tan bien sabe mostrar. Porque estaba avisada, "mejor llevarse bien con ella o la que lo va a sufrir va a ser tu hija."

Durante el primer año y los primeros meses del segundo curso de infantil, tres niñas mayores se metían con algunas de las pequeñas (en las escuelas Waldorf los niños de Infantil están mezclados en edad, desde los 3 hasta los 6). Concretamente una de las niñas se ensañaba con Nur.
Cuando yo la recogía en el cole, subíamos al coche y nuestra conversación era así:
- ¿Qué tal en el cole cariño?
- Mal, Catalina se ha estado metiendo conmigo
O:
- ¿Qué habéis, hecho mi amor, te lo has pasado bien en el cole? - No, Catalina me ha dicho que mi ropa es fea y Valentina nos ha quitado la arena que habíamos usado para hacer una tarta.
Otro día me dijo que esta niña le había dicho que su piel era fea... mi niña...
A esto lo llamo yo "acoso escolar". (Y a la próxima niña o niño que lo haga, si se atreve, le arranco el corazón y me lo como.)

Pero hace dos años no lo tenía tan claro. Y esto era todos o casi todos los días. No era una excepción. Las veces que hablé con R., me dijo que eso es normal, que estas niñas no eran niñas problemáticas y que era una forma en la que la vida estaba desafiando a mi hija para que aprendiera a usar sus herramientas. Que tenía que aprender ella. No sé por qué, y de verdad, no sé cómo lo hizo, pero me convenció. Quería llevarme bien con ella, estar de su parte, y al mismo tiempo animar a mi hija para que aprendiera a sobrevivir y a ser inmune a este tipo de ataques. Ahora lo pienso y me siento maaaaal. ¡Sólo tenía 3 años y medio! ¿Dónde está la empatía, el cariño, la presencia de las maestras?

En otoño del segundo año, una de las madres y yo insistimos en que tenía que parar, y al parecer estos ataques cesaron. Nur quería aprender a escribir. Durante todo el otoño se quejaba por las mañanas: “No quiero ir al cole”… cada mañana igual. Unas veces porque no quería ver a aquellas niñas, otras porque simplemente no quería ir, porque se aburría, etc.
En casa quería que le enseñáramos a escribir. La abuela, escritora y rebelde, le compró unas letras de madera. Así que pasábamos las tarde componiendo palabras con las letras, y la hija copiando y aprendiendo a escribir por su cuenta, y yo componiendo palabras con el nuevo "Scrabble" acomplejada por no ser una buena "profe" (sólo soy su mamá).
El sistema Waldorf contempla a rajatabla la antroposofía de Rudolf Steiner, que observa el desarrollo del ser humano por septenios, y decide que los niños no deben aprender a leer ni a escribir hasta los 7 años, ya que hasta entonces deben aprender a trabajar con el cuerpo, y a través del movimiento ir familiarizándose con las curvas, las rectas, para aprender a escribir después. Si un niño quiere aprender a leer y a escribir antes de esas edad, nadie le va a enseñar, y en este escuela al menos, no existe ningún tipo de material escolar para que pueda, si quiera por cuenta propia, explorar e investigar acerca de los números, las letras, las formas geométricas, las cuentas... Una vez más, estamos midiendo a los niños con el mismo rasero (y en este caso, además, con el mismo rasero de hace más de 100 años).

La siguiente perla de R, no la olvidaré:
Como mi hija (en aquel momento 4 y medio) insistía e insistía en que quería aprender a escribir, antes de terminar el año, le dije a R., que para entonces era ya estaba a tope de responsabilidades y de trabajo, pues estaba a punto de abrir una nueva escuelita Waldorf, cerca de la escuela donde ya trabajaba:
- Nur tiene unas ganas locas de aprender a leer y a escribir, me pide que le enseñe…
- Ah, sí, esto les pasa a todos, ya se le pasará. (¡¡¡¿¿¿¿¿?????!!!)

Otro día, le dije a R.:
- Nur me está diciendo mucho que se aburre… ¿tú cómo la ves?
- ¡Qué va, no se aburre! Está jugando todo el tiempo…
Claro, Nur no es una niña del tipo que se queda en un rincón con cara de hastío; ella juega, pero eso no quiere decir que no lo haga aburrida… Después me ha dado cuenta de que lo que me estaba diciendo era que se aburría de jugar siempre y no aprender cosas nuevas, que es lo que ella quería. Llegó a cruzarse en mi mente el pensamiento de que si un niño con unas capacidades y ganas muy grandes de aprender no encuentra una vía, un soporte, un material de apoyo y la presencia de una guía adulta que le acompañe amorosamente, es posible que, creyendo que esas necesidades de aprender y abracar cosas no son importantes o necesarias, las deseche, escondiéndolas y guardándolas bien profundo en el inconsciente. Una inteligencia (palabra tabú en esta escuela) desaprovechada.

En otra ocasión, le dije a la ayudante (no me atrevía a decírselo a R. directamente para evitar conclicto), que por favor ayudaran a Nur a abrocharse el abrigo, o, al menos, le recordaran que tenía que hacerlo, ya que iba todos los días con el abrigo desabrochado. Respuesta, que recibí como un jarro de agua fría:
- Ellos son autónomos, lo tienen que hacer por su cuenta…
Me quedé planchada… planchadísima. ¡4 años! Y yo, que no soy de respuesta rápida, y que no quería problemas… había visto que las madres que se quejaban eran vistas como las “locas” del colegio, un colegio narcisista, incapaz de mirar sus propios fallos a no ser que alguien o algo hiciera sonar la alarma, como cuando un niño de 10 años salió del colegio y se fue andando a su casa (de Aravaca a Pozuelo) porque otros niños se metían con él en el comedor (haciendo que se le llegara a caer la bandeja hasta 2 veces), y no confiaba en ningún profesor para que le apoyara. A partir de aquel momento se puso un timbre en la barrera para que los niños no pudieran salir libremente, aunque sin nadie que vigilara si quien tocaba el timbre para que le abrieran la puerta era un niño o un adulto. Cuando yo era pequeña, en el colegio de mi pueblo, siempre había alguien en la barrera para que no saliéramos, y nos gustaba jugar a despistarle para poder escaparnos a la montaña.

Así iban pasando los días, yo estaba medio abducida, y Nur seguía insistiendo en que no quería ir al cole, y se pasaba las tardes tratando de aprender a escribir, y dibujando y pintando sirenas en el mar, dibujó cientos de ellas. Una tarde llegó a estar 2 horas de reloj sentada pintando, mientras yo no dejaba de asombrarme. Necesitaba concentrarse, "trabajar", crear sin cesar. Su profesora, R., consideraba que hasta que los niños entran en primaria, "hay que explotar el juego libre al máximo", por lo que en su clase no había acuarela, ceras ni manualidades, apenas 3 o 4 cositas en todo el curso.

Así, una mañana de febrero del año pasado, me desperté con un pajarillo revoloteando en mi estómago. Un antepasado mío, el tío Juan, hermano de mi bisabuela, psiquiatra y educador, creó en 1920 Villa Joana, la primera escuela para niños con discapacidad donde se les enseñaba un oficio y no tenían que estar internos. Él había estudiado con María Montessori cuando vivió en Italia, donde se casó en Bolonia con la hija de una condesa. El ayudó a que María Montessori fuera a Barcelona a principios del siglo XX a dar unos cursos sobre las nuevas pedagogías humanistas que estaban desarrollándose en Europa.
Me senté al ordenador, y pedí cita para ir a visitar el Colegio Montessori de conde Orgaz. Le dije a Nur:
- Cariño, estamos buscando un cole nuevo para ti
- ¡¡¡Bieeeeennnn!!!! – me quedé alucinada. Hasta ese momento no sabía que cuando Nur me decía que no quería ir al cole, que se aburría, era porque en realidad no quería estar ahí. A partir de ese momento me quedó claro. Hicimos el cambio rápido. La inscribimos para el siguiente curso. Y no volvió a quejarse, no volvió a decir que se aburría, y presumía siempre delante de nuestros amigos de que la íbamos a cambiar de cole. Nos había llegado su mensaje, su queja, su necesidad.
Vino a la reunión con el director del colegio, y aunque el cole nuevo no tiene árboles ni conejitos ni gallinas, “¡tiene laboratorio y vamos a prender los planetas!”.
En la clase de R., un año más, se hicieron la foto de clase sin Nur. Así que tenemos dos fotos de clase de los dos años que ha estado allí, en las que ella está ausente. Para mí, este detalle me dice que de alguna forma Nur no estaba allí presente, no era su lugar.

Así que aquí estamos. Llevamos dos semanas desde que empezó en el cole nuevo. Cada día sale llena de entusiasmo, le da un súper abrazo a sus maestras, y antes de que subamos al coche ya me está contando todas las cosas que ha aprendido durante el día. Está feliz, entusiasmada, y completamente enamorada de sus maestras, Laura y Eyleen (quien sólo les habla inglés).
- Mamá, creo que Eyleen es un hada
- ¿Una hadita?
- No, un hada gigaaanteee
Por lo que me cuenta, puedo ver que se le presta atención, que se la acompaña y se le fomenta la ilusión por aprender cosas nuevas, y que desde el amor, la disponibilidad y la presencia amorosa, se le enseña amorosamente, jugando, cantando "aeioú burriquito como tú", contando el cuento del país de las letras, que el mundo es algo lleno de posibilidades fascinantes y de cosas maravillosas por descubrir (¿tan difícil era?). Un día leí que un niño que no tiene un deseo fuerte y profundo por aprender, no es un niño sano. Mi hija transmite ilusión y entusiasmo a raudales,está feliz. Estamos llenos de asombro de cómo en dos semanas nuestra hija ha podido dar un salto cuántico tan grande. En dos semanas han cambiado sus dibujos, son más completos, más imaginativos (todavía), y también ha cambiado su forma de hablar. También está aprendiendo inglés muy rápido, ya que su querida Eileen les habla sólo en este idioma.

Nuestro colegio no es un Montessori puro. Ya no nos interesa una estructura de pedagogía estricta, sino algo abierto, adaptable y cambiante, como los mismos niños. No nos interesa que las fronteras entre el colegio y la familia se diluyan, que se nos recomiende cómo tenemos que vivir en casa y cómo tenemos que educar. La familia es Cosa Nostra.
No nos interesa un colegio donde la máxima autoridad es la de los maestros, donde los padres no tienen nada que opinar ni que hacer si no es a favor del sistema… Nos interesa una escuela activa, donde padres y maestros trabajan juntos, donde hay escucha, presencia, atención y cariño. Donde la opinión de los padres es tan importante como la de los niños y los maestros, y donde estos cuentan con infinidad de recursos para enseñar jugando y proporcionando disfrute a los niños, y una escuela capaz de observarse a sí misma y adaptarse a los cambios con entrega, disposición y buena voluntad. 
No nos interesan los sistemas educativos que funcionan igual que hace 100 años, sino los que se adaptan a los nuevos niños, que observan y se adaptan a las cualidades únicas de cada niñ@.

No nos interesa un lugar donde no se les enseñe a gestionar los ataques de otros niños, y donde estos no sean tomados en cuenta. No, gracias.
Creo que existen los “niños Waldorf”. La nuestra definitivamente no lo es.
Los niños son maravillosas esponjitas, creo que las estructuras rígidas y sectarias no ayudan a educar en libertad. Creo que tampoco ayudan a potenciar la capacidad extraordinaria que tiene cada niño de aprender de una forma única e irrepetible.

Y así creo que debería ser la infancia, jugar, aprender, disfrutar, vivir en el asombro, maravillarse. 

martes, 10 de marzo de 2015

Una nueva iniciación: afrontando el duelo.

Ayer me despedí del alma preciosa que había elegido mi cuerpo para hacer un tránsito importante. No era mi primera experiencia de despedida prematura, así que ya sabía que algunas almas buscan el vientre de una madre para completar un ciclo de vida en el que muchas veces no tienen que llegar a encarnar. Este es un proceso aceptado con antelación por ambos en los planos superiores, igual que los es el de elegir a nuestros padres y la familia en la que vamos a encarnar.

Cuando empecé a sentir que la posibilidad de "pérdida" era real, me sentí frágil y desamparada. Pero las palabras de una mujer loba sabia y maestra en procesos de vida-muerte-vida, ayudaron a que el proceso tomara una dirección completamente distinta, y me hicieron ponerme en pie (en sentido figurado, porque físicamente estuve todo el día tumbada con las piernas en alto, con dolores y sangrado).

Entonces acepté que no estaba en mi mano el dirigir el proceso vital del alma que habitaba mi vientre. Que era la Vida misma la que se encargaría de todo el proceso. Así que me relajé. Y lo más importante, que para mí fue decisivo y fundamental, decidí que quería vivir el proceso como madre, y no como niña. 

Fue un proceso de soltar, de aceptación y de entrega total.
Por la tarde, justo cuando terminé de aceptar esto, le dije a este alma: “Seas quien seas, como madre te ofrezco mi cuerpo para hacer el tránsito que necesites hacer, sea cual sea…” Entonces a los pocos minutos mi vientre se relajó y empecé a sangrar mucho y me fui al baño y salió todo… Al volver a la cama sentí como su espíritu salía de mi cuerpo en paz y me daba las gracias…

Por la noche fuimos a urgencias y las horas que estuve allí viviendo el proceso me vinieron muchas cosas… fue un cursillo acelerado sobre las formas infinitas que tiene la Madre de la Vida para ser madre… A través del dolor y del duelo pude aprender muchas cosas, fue como si se descargara un disco duro sobre lo que es ser Madre, sobre los procesos de vida-muerte-vida, sobre la muerte que no existe, sobre el miedo al dolor y la aceptación de este en nuestra experiencia de vida... sobre el poder que tiene la Vida y las misteriosas formas que encuentra para gestarse a sí misma, para transformarse y regenerarse... una y otra vez... Y al fin pude aceptar y sobre todo reconocer a mis dos hijos anteriores, de dos abortos (voluntarios) que tuve antes de tener a Nur, cuando era muy jovencita… Fue un proceso de reconocimiento, gratitud, entrega, aceptación… Una nueva Iniciación. Saturno y Plutón, mis dos grandes maestros arquetípicos, se aliaron una vez más para hacerme salir de la víctima, y para recordarme que tengo el poder sobre cómo decido vivir las experiencias que me toca vivir. Y me recordaron que tengo la fuerza para superarlas, para iluminar las zonas de sombra que quedan expuestas con cada uno de estos procesos, así como la energía y la capacidad de seguir adelante con el corazón más abierto. 

Me acosté en paz y hoy me encuentro bien. Está hecho.  Y hoy hay un alma que vuela libre por el Cosmos y que se ha transformado en estrella danzante...
Todavía estoy en el proceso tanto externo como interno, el escribir esto me ayuda como siempre a aclarar e integrar la experiencia; me siento bien, en paz con la vida y un poco más madura, más mujer, más madre.

Alejandro y yo seguiremos amándonos, y si de este amor nacen más hijos, benditos sean. Nuestra familia los recibirá con amor y les haremos nido. Abriremos nuestros brazos y corazón. Bienvenidos. Gratitud.


domingo, 25 de enero de 2015

Traer a la Madre Oscura a la Luz


Tras haber compartirdo este artículo infinidad deveces en facebook, lo comparti por esta vía, porque me parece imprescindible y necesario. Ncesitamos ser compasivas y aceptadoras con nosotras mismas primero:


"Nuestro mundo aún tiene que reconocer plenamente el arquetipo de la madre oscura. Al sacarla a la luz de nuestra conciencia, nos liberamos para volvernos auténticas y aparecer con fuerza en nuestras vidas y en el mundo.

El psicoanalista, Carl G. Jung describió los arquetipos como energía universal inherente a la psique humana. Todos los arquetipos tienen un aspecto positivo y un polo negativo. Si uno se expresa, el otro existe como potencial. En cuanto al arquetipo de la madre, la sociedad sólo se refiere al polo-el ángel que todo lo sabe la madre positiva, siempre amante.

No puede existir la madre luz sin la madre oscura. El arquetipo de la madre contiene ambos.

En el mundo occidental, la madre oscura se ha convertido en tabú- "oscura", es decir la capacidad de las madres para frustrar o dañar a sus hijos. Las mujeres deben negar su capacidad de oscuridad y se espera que los niños permanezcan en silencio acerca de cualquier experiencia negativa con sus madres. La ira de la madre que no puede ser expresada abiertamente y procesada de manera segura se hundirá bajo tierra y será proyectada sobre otras mujeres, se volverá hacia adentro, hacia una misma o será proyectada a la tierra.

"Todo lo que es rechazado del mismo, aparece en el mundo como un evento." - CG Jung
Annelie 2012

Tenemos que hacer frente a esta división dentro de la psique humana colectiva, la cual comienza dentro de nosotras mismas como mujeres. No podemos estar plenamente empoderadas en nuestra capacidad para la luz si no hemos reconocido plenamente nuestra capacidad de la oscuridad. Puede convertirse en una espiral negativa en la que nos negamos nuestros sentimientos negativos, y los proyectamos a los demás en formas disfuncionales, que pueden crear más vergüenza. Nuestras emociones negativas son naturales y parte de nuestro poder. Son parte integral de la experiencia humana. Si las negamos, nos separamos de nuestra integridad innata.

Los niños tienen una necesidad natural de idealizar a sus madres. Pero como adultos debemos reconocer que las madres son los seres humanos -con la capacidad para el bien y el mal.

Sociedad ejerce una enorme presión sobre las madres, no sólo para lucir fabulosas, tomar siempre las decisiones correctas, tener una carrera exitosa y todo sin murmuraciones y esfuerzo. Tenemos que reconocer las mujeres son seres humanos complejos con la posibilidad de tener toda la gama de emociones y experiencias. Al reconocer esto, habría menos presión que convirtiera a las madres en caricaturas, reduciéndolos a roles idealizados funcionales, en lugar de personas reales.

"¿Cómo puedo ser considerable si no arrojo una sombra? Debo tener un lado oscuro también si he de ser completo "- CG Jung

Reconociendo nuestra capacidad para la oscuridad en realidad apoya a las mujeres en ser mejores madres y seres humanos más felices, porque le quita la presión de tener que mentir y tener que dejar de ser auténticas acerca de la realidad de nuestras experiencias. Nos libera para ser reales. Esto nos permite ser realmente disponibles para nosotras mismas y nuestros seres queridos de manera auténtica y equilibrada. Es un modelo de auto-amor para nuestros hijos.

La idealización es una forma de despido

There is a payoff for the idealization: We may believe we don’t have to be accountable for our actions. It may become a cop-out, a shield against criticism. We have to forego the payoff of oppression in order to be free.

Mientras que en la superficie parece que la idealización beneficia a las madres e impulsa su lugar en la sociedad, idealizar a las madres realmente mantiene a la mujer sintiéndose culpable y desamparada. Los desafíos cotidianos, errores y retrocesos se convierten en fuentes de la vergüenza profunda. Tenemos la expectativa de que las madres nunca deben estar enfadadas o celosas. Pedir ayuda o sentirse abrumada son vistos como síntomas de fracaso. Como madres, tenemos que darnos a nosotras mismas lo que la sociedad no nos puede dar; permiso para amarnos a nosotros mismos completamente, con errores y todo.

"Lo más aterrador es aceptarse uno mismo por completo." - CG Jung

Amor propio

Hay una recompensa por la idealización: Podemos creer que no tenemos que ser responsables de nuestras acciones. Puede llegar a ser una excusa, un escudo contra las críticas. Tenemos que renunciar a la rentabilidad de la opresión (autoimpuesta) con el fin de ser libres.

Mientras las mujeres interiorizan la idealización y la presión social para ser perfectas, sus hijos probablemente se sentirán (como ellas) vergüenza y la culpa sobre sí mismos en algún nivel. No podemos dar a nuestros hijos lo que nosotros no tenemos dentro de nosotras mismas. Como hija, para tratar hablar sobre los desafíos y las emociones negativas con su madre, puede significar tomar el riesgo de que ver tus sentimientos negativos como la traición o el rechazo hacia ella. Algunos niños sienten vergüenza de admitir los sentimientos negativos acerca de sus madres. Muchas madres rápidamente cortaron las conversaciones con sus hijos diciendo: "Traté lo mejor que pude." En general, esta dinámica mantiene atrapada a la mujer.

El arquetipo de la madre oscura no desaparece, la energía sólo pasa a la clandestinidad y aparece en formas disfuncionales. Por ejemplo, como madres, podemos decir algo dulce para nuestros hijos, sin embargo, podría haber mensajes oscuros debajo, mensajes como: "Me debes una", "Pobre de mí" y "Cuida de mí." Cuando empezamos a Creemos que somos sólo la madre la luz, y negamo nuestra capacidad para la oscuridad, nos volvemos cada vez menos auténticas. Podemos llegar pensar que otros son responsables de hacernos felices. Es posible que no respetemo los límites de los demás. Nuestra propia represión, la oscuridad no reconocida, se vuelve tóxica para nosotras mismos y para los demás.

Reconocer el arquetipo de la madre oscura es clave para reconocer todo el poder de las mujeres.

El tabú de la madre oscura es un síntoma de un tabú social más amplio sobre la vulnerabilidad. La sociedad dice que no es seguro que reconocer nuestros verdaderos sentimientos, especialmente los negativos como la ira, la tristeza, la decepción, celos, etc. Tenemos que admitir a nosotros mismos todo el alcance de nuestros propios sentimientos y aprender a sentirnos en sintonía con la parte creadora y destructora de los mismos. 
Asumir y acoger a la madre oscura que vive en nosotros es un paso decisivo para abrazar nuestra humanidad. Y cuanto más abrazamos nuestra humanidad, más plenamente encarnamos nuestra divinidad. Estas van cogidas de la mano.

Sin la presión de ser perfecta y de sentir vergüenza por nuestros errores humanos, el conflicto no se ve como el fin del mundo… ¡es visto como una oportunidad para crecer! Una oportunidad para conocernos a nosotras mismas y a los demás mejor, más íntima, más verdadera, más respetuosamente. Podemos aprender a ver y por lo tanto amar y ser amado con mayor precisión por lo que realmente somos, la luz y la oscuridad. Cuando llevamos a cabo el equilibrio de los opuestos, encarnamos nuestra integridad innata; nuestro ser único y original, auténtico. Los conflictos y las emociones negativas pueden ser vistos como puertas a una mayor intimidad y vitalidad. Estos frutos sólo pueden florecer en el terreno de la radical honestidad consigo misma. Cuanto más nos permitimos a nosotras mismas ser humanas e imperfectas para explorar nuestro interior sin vergüenza, más sanado e integrado se convertirá nuestro mundo. Todo comienza con nosotros.

"El privilegio de la vida es llegar a ser quien realmente eres." - CG Jung"

Traducido por Noraya Kalam del artículo original de bethany Webster

© Bethany Webster 2013