martes, 13 de marzo de 2012

Love is all you need...

Cuando, el día que nació Nur, recibimos en casa la visita de Mónica, su pediatra, tuve la inmensa gracia de ser testigo de un precioso encuentro entre ellas dos.
Mónica nos ofreció hacerle un tratamiento de terapia sacro-craneal a Nur, para ayudarle un poco con el apetito, para suavizar el "trauma" de nacimiento, aquellos momentos duros que habíamos vivido en el baño, poco antes de que Nur aterrizara a este mundo.
Durante el tratamiento de sacrocraneal, pudimos ser testigos de algo insólito, de cómo Nur reaccionaba a las posturas de las manos de Mónica, de cómo su carita iba cambiando de color, de cómo su cuerpecito menudo reaccionaba a cada nueva posición con babas, pis, movimiento de manos... Estos movimientos de manos, eran la señal que había establecido Mónica con Nur al empezar el tratamiento, para que esta le avisara cuándo era necesario cambiar a la siguiente postura. Y Nur, aquel bebé minúsculo de poco más de 2 kilos, respondía efectivamente de esta forma cuando ya necesitaba un cambio de posición de las manos de Mónica. Entonces me hice muy consciente de que mi pequeña bebé lo entendía todo, de que podía hablar con ella, y de que si observaba con atención, su cuerpecito me hablaría, y me contaría su historia.

Por primera vez, fuimos testigos de una forma de dirigirse al bebé de la que no habíamos oído hablar jamás, pero que inmediatamente quedó grabada en nuestra retina y en nuestro corazón, y desde entonces, hemos estado hablando con Nur, explicándole todo lo que íbamos a hacer con ella, diciéndole cuánto la queremos, sí, pero también hablando con ella para contarle nuestras dificultades a la hora de ma-paternar.
Por ejemplo, siempre le hemos contado lo que íbamos a hacer en el día, pues igual que yo sé a dónde voy cuando salgo de casa (o suelo saberlo, jeje), pienso que mi hija tiene el mismo derecho que yo a saberlo, y que esto le va a hacer que salga de casa llena de confianza e ilusión, sin la incertidumbre de ("¿y ahora dónde me llevan? ¿qué van a hacer conmigo?")
Más tarde, supe que el método Lockzy consiste entre otras cosas en eso también, en ir contándole a nuestro bebé cada cosa que vamos a hacer con él, por ejemplo "cariño, ahora vamos a darnos un bañito", o "mi amor, ahora te voy a cambiar el pañal", o "la toallita está muy fría, ¿verdad?"

Ahora, un mes antes de que Nur cumpla 2 años, cuando mi hija ya es una pequeña niñita y el ser bebé se ha convertido en un juego entre las dos (Nur me dice: "bebé!" y yo la cojo tumbadita, y ella se queda quietecita con carita de ángel, como un bebé, mientras yo la mezo y le digo "ay mi bebéee..." hasta que ella cambia el gesto, pone cara de traviesa y me echa una carcajada mientras se incorpora), puedo ver los frutos de esta comunicación íntima que establecimos desde el primer día. Puedo ver cómo Nur confía en nosotros, cómo se abre a entender a los demás y a mostrarles su mundo, y cómo nos sorprende cada día con una nueva palabra aprendida sin que nadie se la haya enseñado, fruto de su escucha y observación.
Nunca dejaré de sentirme agradecida por haber conocido a Mónica, y por haber sabido d ela existencia de personas que para mí son como ángeles encarnados, como la doctora Emmi Pickler y la educadora Rebeca Wild. Y mi querida Laura Gutman, claro.
Sin ellas no me hubiera convertido en la madre que soy (un poco más humana de lo que hubiera imaginado), ni mi hija sería ahora como es.
Porque he aprendido que no sólo la teta nos vincula a nuestros hijos, sino (y esto muy especialmente), de una forma muy poderosa, nuestra presencia constante. Y me refiero no sólo a la presencia física, sino (y esto me parece mucho más importante),  nuestra presencia emocional, nuestra profunda capacidad de empatizar, de ponernos en el lugar del otro, de saber cuándo debemos ponernos al nivel de nuestros hijos y ser un poco como ellos, nuestra observación y nuestro respeto hacia otra gran alma, aunque esté en un cuerpo pequeño al que debemos cuidar por encima de todo.
Cda día estoy viendo con alegría y gratitud, que el abrirnos a la fusión emocional con nuestro bebé durante más o menos los primeros dos años de vida, revierte en madres y niños felices, amorosos, comprensivos y empáticos. El amor tiene muchas formas de manifestarse. UNa de ellas es la comunicación respetuosa y la presencia amorosa. Un vez más, "All you need is Love, Love is all you need"

Gracias a todas. A todos.
 

martes, 6 de marzo de 2012

Feliiiz!!!



Nur ha crecido mucho. Todavía nos encontramos en fase de cambio, de "pérdida del mundo celeste", pero desde que terminó mi puerperio, vivo los estados de fusión emocional con Nur con una alegría nueva, una presencia maternal más asentada y tranquila, apurando lo que nos queda hasta que le hayan salido todos los dientes (que todavía queda, me parece a mí), y me pasan los días mientras observo a mi pequeña, para ver qué le inspira, qué capta su atención, por qué cosas se siente atraida y qué le provoca rechazo... me pasan los días observando a esa pequeña personilla en la que se está convirtiendo, observo cóm su alma antigua se mueve como niña, juega como niña, se ríe y habla como niña... me pasan los días descubriéndola y  observando quién es...
Por otro lado, he hecho pequeños cambios en mi vida. Desde hace pocas semanas, nunca abro el ordenador mientras ella está delante a no ser que sea por alguna cosa puntual de trabajo, lo que sucede en contadísimas ocasiones. También trato de reducir al máximo la utilización del Iphone mientras ella está delante, ya que he visto que ambas cosas, el Iphone y el ordenador, le pueden crear fácilmente adicción, igual que a mí. Este pequeño cambio ha hecho que quiera aprovechar todavía más mi tiempo con ella, extendiéndose también al tiempo que estoy sola, cuando Nur se va a dormir. 

He vuelto a mi práctica de meditación, por fin he conseguido dedicarme ese tiempo que añoraba y que mi alma tanto necesitaba. En la meditación he vuelto a casa. He regresado a mi hogar, he recuperado mi paz y mi alegría. Las que son sólo mías, pero que revierten en mi hija, en mi familia y en el mundo. ¡Qué feliz me siento!
 Primero fue el puerperio; una experiencia tan intensa, desbordante y arrasadora que apenas podía ir procesando los cambios que iba sintiendo, escribir me ayudó mucho. Las últimas semanas del puerperio, un tiempito de no saber hacia dónde ir, de esperar  a ver qué ocurría... y ahora, ya sé que en algún momento cercano quiero cerrar este blog, el rumor de las libélulas se va apagando poco a poco, porque mi vida se llena de la experiencia de cada día, de las anécdotas, de los juegos, y no tengo tiempo para compartir todo lo que me gustaría... además de que parece que voy consiguiendo el poder ubicar toda esa experiencia dentro de mí a medida que va surgiendo, gracias a los espacios nuevos que la maternidad ha abierto en mí, espacios que se van llenando y que me van llevando a otros nuevos, ya no necesito sacar afuera todo esto.

He aprendido a estar ahí para mi hija, casi siempre disfrutando, a veces cansada y a veces disgustada o impotente, he aprendido a vivir con la "culpa" de que "podía haberlo hecho mejor", y a perdonarme por ello. A empezar cada día diciendo: "Hoy lo vamos a pasar genial". He aprendido que soy una madre imperfecta, que tengo mis limitaciones y que no sirvo para algunas cosas como me gustaría, pero que puedo transmitir otras muchas a Nur de una forma única e irrepetible. He aprendido a convivir con ciertos miedos maternales que me van surgiendo y a resolverlos poco a poco, con información, paciencia, trabajo y mimo. Aceptando lo que no puedo controlar, confiando en el proceso de la vida.
He aprendido a aceptar que no me atraen los grupos de crianza, aunque sean maravillosos y ayuden a muchas madres, que me ha tocado ser madre solitaria sin tribu (pero rodeada de personas maravillosas que me ayudan y me dan sostén y amor). Nur ha elegido esto, y yo, de alguna manera, también. Que mi forma de maternar es única y que cambia cada día, porque las ciscunstancias cambian cada día, porque mi hija cambia cada día, por que cada día cambio yo. Sin quererlo, me voy desvinculando de la blogosfera maternal, de los cursos de maternidad, de las charlas, de los libros sobre maternidad... es algo que está ocurriendo solo, mientras la vida pasa, sin programarlo y sin apenas pensar en ello.... así que lo acojo con gratitud por lo que se va, e ilusión por lo que está por llegar.

Me encuentro feliz en este recuperarme a mí misma, pero de una forma nueva. Soy madre, sí, es algo muy grande para mí. Pero ahora me siento mujer otra vez. Una mujer distinta a la que era antes, y que me gusta más. Mujer, amiga, niña, aprendiz.

Y me basta poco, la verdad, muy poco. Alguna clase al mes con mis maestros favoritos de cosas que me elevan el alma, un poco de kung fu, casi nada de ordenador, y mucha  respiración,  aprovechando cada momento de asueto para meditar y practicar un poco y volver al hogar interno, a mi templo sagrado. Ya limpiaré luego, ya ordenaré todo después... primero LA ALEGRÍA y LA PAZ. Después, ya veremos qué ocurre. Y ocurre que ocurren milagros. Y que Nur está más feliz que nunca, que estamos más conectadas que nunca, que nos sentimos amadas, que nos dejamos espacios, que nos respetamos todo, que nos limitamos lo que necesitamos, que nos enrabietamos y aprendemos a conocernos, que reímos y nos abrazamos, que queremos a todo el mundo (o casi ;-). Los mismo con Alex. Por fin. Todo llega...Y todo envuelto en el amor de la Gran Madre Divina, sin cuyo abrazo y sostén nunca podría haberme abierto a esta experiencia tan grande y hermosa, a este amor infinito, a este florecimiento que me asombra cada día y por el que mi gratitud es y será eterna...