Cuando una es madre primeriza el alma que se abre a otra alma tanto y tanto que a veces duele. Duele el "yo" que se resiste a cambiar, duele nuestro egoísmo porque su tiempo se acaba... duele la rigidez que se quiebra, porque gracias a ellos, a los hijos, nos convertimos en junco.
Duele nuestra mezquindad, que nos quiere hacer creer que podemos criar a nuestros hijos a nuestra imagen y semejanza...
Le duele a nuestra independencia, pues el compromiso sagrado que hemos adquirido de cuidar a otro ser y amarlo incondicionalmente requiere de nosotros total aceptación amor incondicional, y esa es una fuerza que arrasa con todo lo viejo, duro, rígido y estancado que hay en nosotros.

3 comentarios:
Hola linda, llego a tí através de "del amor nace la vida" y de "Portando otro angelito".
Este Post me ha puesto los pelos de punta, yo ya estoy en fase junco, y ha sido necesario mucho cansancio y dolor para parirse a una misma, pero ha merecido la pena. Mucho amor. Te enlazo.
Muchas gracias Patricia por tus palabras y por el enlace, no conocía los blogs...
Un abrazo!!
Que lindo! <3
Publicar un comentario