miércoles, 12 de enero de 2011

Yo me hago pequeña, tú te haces grande...

Hace unos días que ha terminado el proceso provocado por la tristeza que le ocasionó a Nur el hacerse consciente de la separación (primera ronda), proceso que se completó con una borrachera en el día de Reyes (sí, una madre necesita una borrachera divertida y pizpireta alguna vez) y un tatoo con el nombre de mi hija (que significa Luz) en árabe (نور), grabado con tinta y para siempre en mi antebrazo.
...Y vinen más cambios, ¡cómo no!

Hace tres días decidí afrontar mi miedo a darle de comer a Nur con la cuchara y confiar en el proceso. Hasta ahora sólo le había dado de comer sólidos dejando que ella cogiera la comida con las manos, pero tenía la sensación de que no iba a ser suficiente en este caso. Varias amigas me habían dicho que no hay que preocuparse, que los bebés comen cuando tienen hambre, y dejan de hacerlo cuando ya están saciados. Que no hay que forzarles, que no hay que luchar (ésto último me convenció especialmente). También me vino muy bien la información que encontré sobre la alimentación en el libro de Aletha J. Solter "Mi bebé lo entiende todo". Los bebés se autorregulan, ellos saben lo que necesitan y cuánto necesitan, todavía están conectados a la sabiduría de su cuerpo, entonces, ¿por qué no iba a confiar en Nur?

Así que empecé haciendo una pasta un trozo de pera y un trozo de plátano con el tenedor, aceptando de antemano que si Nur no se lo acababa o lo rechazaba no pasaba nada, yo iba ser paciente. Y cuál fue mi sorpresa, la peque abrió su boca enorme y engullió como una zampona hasta la última cucharada (o la penúltima, eso es lo de menos). Y con cada cucharada, me miraba como diciendo: "¡Me gusta, mamá!"
Y así llevo tres días: cereales y verdura a mediodía, fruta cruda machacadita a media tarde. Y lo más increíble, es que la decisión de superar mis miedos (a que Nur rechazara la comida, a que yo no tuviera paciencia, a que nos aburriéramos las dos...) ha ido acompañada con un considerable aumento del apetito de Nur. Ahora nos pide biberones mucho más grandes, además del alimento sólido. Por cierto que a última hora me he dado cuenta de que ya tiene formaditas sus dos paletas de arriba, ahora es cuestión de días que empiecen a asomar unos dientecitos por ahí...
Mónica, la pediatra de Nur, nos dijo que cuando les salen los dientes a los bebés es cuando de verdad están preparados para comer sólido.

Una sensación muy bonita que he tenido éstos días ha sido que mientras le daba de comer, me imaginaba cómo las mujeres, desde la prehistoria, empezaban a darles piezas de comida a sus bebés, cómo lo hacían... seguramente no era muy diferente de como lo estamos haciendo ahora...

No deja de maravillarme la increíble e inconmensurable conexión que existe entre una madre y un bebé, verdaderamente somos dos como uno sólo, estamos fusionados. Esa sincronía entre mi necesidad de completar la alimentación de Nur, y su necesidad de comer más e introducir más sabores y texturas en sus comidas, me ha demostrado una vez más que la Naturaleza es perfecta, que por eso la llamamos Madre, que existe un amor infinito y excelso que une y cuida a todas las criaturas.

Benditos sean nuestros hijos, quienes nos enseñan con ternura e inocencia la sabiduría de la Naturaleza; benditas la madres, quienes nos abrimos dulce e irremediablemente al cuidado de otro ser, sabiendo que nos hacemos pequeñas mientras ellos se hacen grandes...

1 comentarios:

Noraya dijo...

Por cierto, si alguien sabe de recetas, de mezclas de verduras, de frutas, de cositas ricas para los bebés, o de algún libro interesante, que me lo diga por favooor... :)

Publicar un comentario