Nunca imaginé cuánto iba a necesitarme Nur, ni que la iba a tener todo el día encima, ni que dormiríamos juntas... pero así ha sido desde la noche en la que ella nació. La pusimos en el moisés junto a nuestra cama, y no tardó nada en empezar a reclamarnos, así que la metimos en la cama con nosotros... y hasta ahora. No se volvió a plantear el tema. Porque nos parece natural, y porque nos gusta a los tres.
Después, preguntando aquí y allá (a Mónica, la pediatra de Nur, a Ileana y a otros profesionales y padres) fue cuando aprendí que no sólo es natural que el bebé duerma con los padres, y que se llama colecho, sino que es además altamente saludable y beneficioso para el peque.
La frialdad del espacio vacío que se crea alrededor de él mientras duerme en un moisés o en una cunita puede ser aterradora para algunos bebés, después de haber estado nueve meses en el calorcito de la barriga, protegidos por las paredes del útero y envueltos por el líquido amniótico y por el olor de su madre.
Cuando Nur nació le daba miedo este mundo, tan diferente al lugar de donde ella venía. Y buscaba el contacto con su madre o con su padre a todas horas... y lo sigue haciendo.
También creo que cuando las necesidades emocionales de un bebé son atendidas en los primeros meses de vida, el niño crece con más autoestima, sabiendo que sus necesidades siempre van a ser escuchadas y atendidas, y creciendo sobre unos pilares tan fuertes como el amor incondicional de unos padres amorosos y sensibles. Merece la pena este camino de aprendizaje de la entrega total, merece la pena el llevar a Nur en brazos todo el día, el dormir abrazadita a ella (que además me encanta), y disfrutar de todo ello, pues a la vez que Nur crece como bebé, yo crezco como madre y como mujer, y mi corazón se abre cada día un poco más.
miércoles, 9 de junio de 2010
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1 comentarios:
¡Me encanta! ¡Me encanta! y la foto, ¡qué lindos! Un abrazo a los tres.
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