viernes, 30 de abril de 2010

Tu nacimiento

"Yo suelo necesitar mi tiempo para hacer las cosas, una de las cosas que me gusta de parir en casa, es que tengo todo el tiempo del mundo y no voy a sentir la presión de las prisas..."
Esto les dije a la comadrona y a Ileana durante el último encuentro que tuvimos antes de tu nacimiento.

A los pocos días, y después de tomar conciencia de mis miedos, empezaron las contracciones de pródromos. Desde la mañana del viernes fue como si desde el mundo de los ángeles en el que te encontrabas me hubieras despertado el viernes, "mamá, date prisa, que ya tengo que salir...". Yo desperté con la conciencia de que tenía que conectar conmigo, con los miedos inconscientes que estaba sintiendo, hacerlos salir a la luz, para así permitir que se iniciara el proceso de tu nacimiento. Y así fue.

Después de escribir en el blog y de relajarme, el viernes por la noche empecé a tener contracciones, y creí que eran las contracciones de parto. A las 5 de la mañana vino Ileana porque las contracciones eran un poco molestas y muy seguidas, pero en cuanto me levanté y empecé a caminar por la casa dejaron de molestar. Ile se fue a su casa. No eran contracciones de parto todavía, eran los pródromos, mucho más suaves. Esto son contracciones que no tienen todas las mujeres, y que pueden aparecer una semana antes del parto o unos días antes, y no tienen por qué ser dolorosas. Yo estaba tan emocionada que apenas dormí...
Así pasé todo el sábado, haciendo, o intentando, hacer vida normal. Porque sentía que el parto estaba cerca, y porque sentía que algo muy grande venía, que algo se estaba empezando a romper en mi interior... el momento que tanto había esperado en las últimas semanas se acercaba.
A las 4 de la mañana, vinieron Ileana y Graciela. Tenía 2cm de dilatación y tu padre me aliviaba con reiki. Empezaban las contracciones de dilatación...

Tu padre se fue a dormir y Graciela a su casa por unas horas, e Ileana se quedó conmigo acompañándome durante las contracciones. Según el informe de la comadrona, a las 5 de la tarde ya había dilatado 8 cm. Yo no recuerdo las horas, porque me encontraba en un lugar fuera del espacio y del tiempo, había logrado viajar a través del dolor de las contracciones y conseguía dormirme entre pulsación y pulsación.
El salivar mucho, y el autosugestionarme, anestesiaban mi cuerpo y podía estar en el dolor sin sufrir... había perdido la cuenta de las horas que llevaba así...

Mientras tanto, Ileana y Graciela, que nos acompañaban como dos gatos, en silencio, aportando presencia y respeto cariñoso, entraban de vez en cuando al dormitorio o a donde nos encontráramos, pues me iba moviendo por la casa, y comprobaban tus latidos y me medían la tensión. El resto del tiempo, se dedicaron a celebrar el cumpleaños de Ileana en el salón, pues cumplía ese mismo día.
La casa olía a incienso, se encendieron velitas por todo, y las luces estuvieron muy tenues durante todo el día, para que cuando tú nacieras no fueras impactada por luces fuertes, tras los 9 meses en la oscuridad del útero de mamá. En algún momento pusimos música muy suave...

Yo bebía infusión de frambuesa para la dilatación, e Ileana de vez en cuando me masajeaba con un ungüento para facilitar la dilatación que estaba hecho de plantas, que había traído de Chiapas. ¡Ay, éstas abuelitas, cuánto saben...!
De vez en cuando, las contracciones se volvían muy fuertes y con picos de dolor, y entonces sólo tu padre me aliviaba, dándome besos en el cuello, acariciándome, y poniéndome las manos en las suprarrenales con todo su amor y presencia.

Entonces entraba en mis mundos internos, y flotaba en las sensaciones que me venían, algunas extrañas, tan íntimas que no les puedo poner palabras aquí...

Finalmente, las contracciones de parto llegaron, y me metí en el baño, donde estuve empujando un tiempo que me pareció eterno, y donde pasé el momento más duro de todo el proceso. Mis miedos profundos salieron a la luz, el "no puedo", unido al tremendo cansancio tras dos días casi sin dormir y todo un día sin comer, me hicieron conectar con la impotencia, el miedo, el dolor...
Sé que esos momentos fueron también duros para tí, mi vida, ¡qué trance tan intenso estábamos viviendo las dos...!

En un momento dado necesité ir a la cama, y allí Graciela me dijo que los pujos no eran efectivos, y me explicó la manera correcta de empujar. ¡Qué diferencia! Esto sí que hubiera podido ser muy placentero, si no hubiera sido por el agotamiento que ya llevaba encima. Ahora ya no necesitaba gritar, sólo gruñía...
Aún con el cansancio, tenía que seguir empujando para ayudarte a salir, tenía que ir más allá del dolor, más allá del cansancio, más allá del "no puedo", más allá de todo lo que conocía hasta ahora...

En ese momento llegó Begoña. Yo estaba de rodillas sobre la cama, con el pecho apoyado en la pelota de partos, Ileana y Graciela detrás , y tu padre cojiéndome del brazo izquierdo. Begoña se arrodilló y me cojió fuertemente del brazo derecho: "venga Noraya, empuja, que tú puedes, ¡venga!". La imagen que tengo de ese momento es la de dos tigres, uno a cada lado, animándome, transmitiéndome toda su fuerza y todo su amor, y yo pariendo, de manera intensamente salvaje, animal... "¡no puedo!" "sí puedes, venga, que ya está ahí!"

El amor que sentía por el ser que estaba naciendo me hizo ir más allá de mí misma, lanzarme a través del dolor, del cansancio, del rompimiento, y empujar, empujar, empujar, sentía como mi piel se estiraba hasta el infinito, y como la cabecita estaba a punto de salir. Un pujo más y te deslizaste entera, "¡es una niña!". Te pasaron por debajo de las piernas y te cojí entre mis manos, ¡tan chiquitina! "¡qué guapa es!" fue lo primero que dije.

Tú naciste limpita, preciosa, como una hermosa flor. El regalo más grande del universo, la bendición más dichosa. Por fin podía descansar con mi hija entre mis brazos. Con nosotras, tu feliz papá, que había luchado como un tigre, que había estado en cuerpo y alma durante todo el proceso, que había ido más allá de sus fuerzas y que lo había dado todo de sí mismo para que sucediera el milagro, y que había llorado de alegría al ver aparecer tu cuerpecito.
Diste un 10 en el test de Apgar.

Estuvimos así, juntos, embriagados de hormonas y de dicha indescriptible, una media hora; entonces salió la placenta, e Ileana cortó un trocito y me preparó un batido con zumo de naranja, unas uvas, fresas y un trocito de manzana. ¡estaba riquísimo!
Graciela tuvo el honor de cortar el cordón umbilical.
Yo estaba borracha de hormonas, extenuada, feliz, dichosa... cuando me duché, una hora después, Graciela y papá ya te habían bañado, e Ileana había despejado y lipiado la habitación; ¡tu presencia llenaba toda la casa!

Aunque estaba agotada, esa noche me costó un poco retomar el sueño, ¡me sentía tan dichosa!
Tú quisiste dormir con nosotros y así fue, por fin nuestro sueño se había cumplido.

Pocos días después, a tu padre se le ocurrió un chiste: "Se abre el telón, aparece Noraya después de 16 horas de contracciones, ¿cómo se llama la película?"
"¡Ven, Nur!" (Ben-Hur) jajajajajajajaja

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bueno el chiste de Alex, es muy "Alex", me parto!!!! :-)))
Gracias por compartir tus experiencias con nosotros.
Un besazo, estoy deseando conocer a Nur, ya prontito... :-)))

Noraya dijo...

¡venid el 22 al Cañón del río Lobos!

Khaoula dijo...

Corazon, que lindo - estoy con las lagrimas :) Estoy muy orgullosa de ti et de como escribes. Este blog es guaieee ♥♥

Giovanna dijo...

Hola Noraya, no me conoces. Soy amiga de David Fernández y por su tía encontré este blog. Acabo de leer tu proceso de dar a luz. Mil gracias por compartirlo. No te conozco y me has hecho llorar, y me han dado fuerza tus palabras. Felicidades por este hermoso milagro. Con cariño, Giovanna

Noraya dijo...

Muchas gracias por vuestras cálidas palabras...¡me anima a seguir escribiendo!
Besos!

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