lunes, 29 de marzo de 2010

Concepción y regreso a lo femenino


Hace poco más de un año, y tras casi 7 años de matrimonio y amor infinito con Alex, decidimos que había llegado el momento de abrir un espacio en nuestro mundo para un nuevo ser, una nueva luz que iluminaría aún más nuestras vidas. Para mí la maternidad se presentaba y se presenta como un camino lleno de aprendizaje y de Sabiduría de la Naturaleza, de la Vida, y siento que los hijos vienen a enseñarnos y a armonizar en nosotros aquellas partes de nuestra alma que están separadas u olvidadas, y que es necesario integrar para completar nuestro "puzzle".

La primera lección no se hizo esperar.
Por mi naturaleza yang y mi pasado de guerrera, y porque me encontraba en una época bastante centrada en lo material, desde el principio quise "controlar y programar" éste embarazo, escojiendo las fechas que a mí "me venían bien" y creyendo que yo era alguien para escojer el signo astrológico de mi bebé... pensando únicamente en mí, claro.

Tardé unos meses en tomar conciencia de que tenemos que abandonar el deseo de controlarlo todo, ¡sobre todo en éste caso, donde otra alma está implicada, donde todo el cosmos está implicado, pues un nacimiento es, según mi manera de ver las cosas, un gran acontecimiento cósmico!

...Y así fui regresando a la Madre... a lo femenino, que por circunstancias había tenido algo abandonado en los últimos meses. Me abrí, literalmente, a lo femenino en todas sus versiones, en todas sus formas, y muy especialmente a lo que representa en cuanto al juego, a la rendición y al disfrute.

Así fueron los meses en los que fue concebido nuestro bebé; gozosos, curiosos, fueron momentos de apertura y de transmutación, de re-descubrimiento de mi cuerpo, de la sensualidad, del juego y de la confianza en lo que no se ve... agradezco mucho los encuentros que tuve en aquellos meses aquí y más allá, sobre todo a partir del Equinoccio de Primavera, y que me ayudaron a crecer, a sanar y a comprender y poner más conciencia en todo el proceso.

Empezaba a sentir como mi cuerpo se iba preparando, de manera natural, para recibir la maternidad. Mis caderas se fueron abriendo y ensanchando (lo cual resultaba bastante molesto, la verdad), y algo se movía energéticamente en mi vientre, pues estuve muy movilizada sobre todo en la primavera del 2009.
Causalmente me encontraba estudiando una de mis pasiones, Ampuku, un tratamiento manual originario de Japón centrado en el abdomen, y enfoncado sobre todo en los conflictos emocionales y mentales, pero también como tratamiento para fertilidad, que merece una entrada propia en el blog.

Para mí, el momento de la concepción (no confundir con fecundación) llegó en el Solsticio de verano, en París. Fue un momento muy mágico, en el que tanto Alex como yo sentimos la presencia de alguien más con nosotros, compartiendo una unión muy especial que teníamos en aquel momento. Fue como un "acoplamiento a tres", un momento de mucha conexión, un momento muy amoroso y eterno...

Todavía pasarían dos o tres semanas para que se produjera la "fecundación", o sea, lo que se suele llamar "quedarse embarazada", pero nunca olvidaré el hermoso momento que vivimos en la ciudad de la luz, la ciudad del amor... Una ciudad también dedicada a la Diosa Isis, Diosa Madre, también llamada "Gran Maga", "reina de los Dioses", "Fuerza fecundadora de la Naturaleza", "Diosa de la maternidad y el nacimiento"...
¡si al final va a ser verdad que los niños vienen de París...!


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Oh, qué emotivo y bello! Gracias por compartir algo tan personal y lleno de amor. Yo viví esos momentos en un estado similar, totalmente femenino y de dejarme llevar y fue algo mágico y sensacional también.
Oh la la, París, la ciudad del amor y los niños que vuelan! Un abrazo

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